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INSTRUIR, DELEITAR, CON~iO~R. 25 Placer lo produce la mmwra de deá1'; interés, elfondo de la materia, y confianza, la ·vi1·tztd del predicador. El me– dio, pues, de conseguir un brillante resultado, es si con– curren estas tres condiciones para deleitm· al auditorio. 26. Agradar por su 'Dirtztd es saberse conl]_nistar por sus buenas costumbres y carácter amable el aprecio y esti– mación de los demás, IJ.Ue es una notable disposiciim para que oigan atentos y confiados, y hace que cuanto diga el predicador tiene aquella marca de santidad, aquel acento inimitable que es tan bien recibido. Agradar por el fondo es proponer aquellas cosas que son ya necesarias, ya útiles y provechosas para el auditorio, y ,viendo que tanto les in– teresa están como suspensos de los labios del sacerdote y oyen con sumo gusto. Agradar por la maner(t de deci1·: aquí está la gran dificultad. Consiste en presentar las ideas y sentimientos con la elocuencia ó gracia que con– viene al auditorio á quien se dirigen, y éste es el punto más delicado de la cuestión, el más dificultoso. ¿Debe adherirse el predicador á las gracias de la elocuencia, ó despreciarlas como indignas de la sencillez del Ev<tllgelio y 1le la santi– dad de la cruz? «El pro y el contra en este asunto, dice el Sr. Bravo, se hallan sostenidos por varones igualmente re– comendables por su ciencia y virtud. No hay duda que en esta materia hay dos escollos igualmente funestos que es necesario evitar: el demasiado empeño en rebuscar galas y flores para ataviar el discurso, y el menosprecio de todo adorno, usando de expresión grosera, desagradable y fría." 27. En cuanto á lo primero, es realmente cosa inconce– bible que un ministro de Dios en un ministerio tan 8agrado, que tanto afecta á-la salvación ó eterna condenación de las almas, se distraiga más en sacar aplausos que lágrimas de los pecadores que le están oyendo, ocupándose más en de– leitar que en instruir, en agradar al oído qne en conmover el corazón. ¡Cuánto tronaron contra estos sacerdotes los Profetas en el nombre del Señor! Vm... qum faciunt Cf!1'– vicalia sub capite universm mtatis ad capiendas animas. (Ezech. xni). «Este es un gran extravío del sentido común, exclama un escritor motlerno, como lo sería que un médico colocado á la cabecera de un enfermo de sumo peligro se

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