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24 JollCCIÓN III.-SUS FL"i'ES: á sus <li~c:nrsos, pues la Religión cristiana es en sí tan her– mosa, tan esplendente, que basta presentarla en su natu– ral sencillez, en sus sobrenaturales dones con que la formó su Divino Fundador, que fácilmente cautiva las inteligen– cias más elevadas y se apodera de los nobles corazones. Ha– ce.dla conocer, y se amará, y se practicará, y formará el em– beleS•J del hombre. Bossuet ha logrado más conversiones · con su Exposición de la IJoctrina Católica, que con todos sus libros de controversia; y los Santos Padres han con– vertido frecuentemente á los infieles, sometido á los herejes y confirmado á los católicos en la verdadera fe, síilo por medio de sencillas explicaciones de las verdades católicas, según observa el Concilio de 'rrento; y San Carlos Borro– meo con sus sencillas explicaciones nutridas de saludable doctrina hacía prodigios de conversiones. Por esto decía San Agustín: Populi pri1~s docendi quam movendi. A lo grande, lo bello, lo sublime, lo magnífico, se lanza nuestro espíritu empujado por lo sobrenatural, por la razón de nues– tro sér; y la inteligencia, por más que esté extraviada, no resiste tan fácilmente al encontrar á su paso las bellezas de la Religión, que le manifiestan sus desdichas y sus grande– zas, y le revelan sus destinos inmortales. Y si esta sencilla exposición es tan arrebatadora, ¿qué será cuando un ci– miento de sólidas pruebas sostiene la majestad y grandeza de este espléndido edificio? ¿Quién resistirá el curso impe– tuoso de este majestuoso río que todo lo arrolla á su paso ? Instruid, enseñad, prediquemos con solidez, sacerdotes del Altísimo; es nuestro ministerio ; manifestemos á la Religión con todas sus bellezas; aproximaremos su triunfo. En la lec– ción IV trataremos de las fuentes de invención, y véase la XI sobre la confirmación, el género de pruebas, su orden y manera de exponerlas. 25. 2. 0 Deleitar. Si el instruir versa sobre el fondo del discurso, el deleitar consiste en la manera de decir. Có– mo se entiende esta manera de decir es un punto muy dis– cutido; si por arte de agradar no se entienden más que jue– gos de un falso bello espíritu, éste la oratoria sagrada lo rechaza completamente. Ramón lo ha definido : Ji'l secreto de hacerse escnchm· con placer, con inte1·és, con confianza.

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