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INSTRUIR, DELEITAR, C~NMOVER. 23 nxposicion vigorosa, clara y sencilla de ellos. La razón es nna antorcha luminosa en el hombre, y quiere saber y com– prender el motivo de las cosas, y entonces, estando per.,– fectamente instruido, ni le deslumbran los falsos brillos de los argumentos de la impiedad ni la lectura de los malos libros; ni, ignorante de los sacrosantDs misterios de nues– tra Religión, permanece en el estado horrible de la incre– tlulidad, ó en la miseria de un corazón tibio (¡ de una fe muerta. Porque no puede negarse que hoy día hay mucha ignorancia en materia de Religión, y áun en personas que jamás hubiera podido suponerse, desbordándose ese torren– te de males contra la verdadera piedad, patrocinado por esa criminal apatía é indiferencia en instruirse y querer practicar los deberes de la Religión. Es muy atinada y práe– tica la observación del Sr. Bravo sobre el particular en su Tratado de Elocnencia Cristiana: "Si observais en una fe– ligresía que los cristianos concurren diariamente al templo, y sin embargo no están instruidos acerca de la Religión y de sus deberes, decid sin vacilar que el párroco no ha expli– cado bastante la doctrina, ó ha supuesto un fondo de ins– trucción de que sus feligreses carecen. De aquí procede que muchos no tienen religión, ó si la tienen, mal compren– tlida; de aquí que muchos sean indiferentes ó supersticiosos; de aquí el progreso de ciertas teorías; de aquí la confusión !le lo temporal y eterno; de aquí ... pero no nos cansemos. El sacerdote para ser útil es preciso que instruya, é ins– truya sólidamente al pueblo cristiano; lo contrario es hablar, hablar, sin decir nada." ¡Qué desgracia ésta para la Igle– sia de Dios! Ya el P. Blot, en su Prefacio de la Agonía de Jesús, dice: "En la predicación, Jo mismo que en Jos libros, déjase sentir la necesidad de la doctrina, y uno fatigase pronto de no oir más que buenas y ama_bles palabras, como de no leer más que insulsas y huecas amplificaciones. De ahí viene el gran favor que alcanzan siempre los opúsculos de San Ligorio, donde repetidas citas... ponen en evidencia la doctrina de que tienen necesidad las almas, y que hacen más atractiva la unción de que las rodea el autor." 24. Ningún sacerdote debe aterrarse ante la obligación de predicar por la necesidad de poner fondo de instrucción

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