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PREPARACION. 263 CONCLUSIÓN. 634. Mis queridos discípulos y siempre recordados her– manos mios: ya tocamos al fin de este pequeño trabajo que nos habíamos propuesto. Aquí teneis en este Oompendio todas aquellas Reglas necesarias para una buena predica– ción, que ya vosotros durante vuestro Curso de Elocuencia Sagrada aprendisteis, y que ahora fácilmente podréis repa– sar al tomar este Oompendio en vuestras manos. No hemos querido tocar la dedicatoria ni fecha que el año pasado, es– tando con vosotros en la América, le pusimos, á pesar de que aquí en España en estos últimos meses del año 1889 per– feccionámos estas lecciones, añadiendo, quitando ó refor– mando lo que nos pareció más conveniente, por la mayor proporción que tuvimos de consultar nuevos autores y libros, y disponer de más tiempo libre para ello. 635. Hemos recorrido como en prado florido el campo ameno de la Elocuencia Sagrada, y nos hemos recreado en sus innumerables bellezas. Sin duda habremos podido com– prender cuántas hermosas y peregrinas flores pasan des– apercibidas é ignoradas á los que sus ojos no han puesto en este bello jardín de la elocuencia; y cuánta gloria podemos dar á Dios si cultivamos aquel sentimiento, aquellas nobles facultades con que el Señor ha adornado á sus racionales criaturas. Obligación hay para el heraldo de la divina pa– labra de cultivar el talento que Dios le ha dado para la pre– dicación, no importa en cualquier grado que sea, pues se trata de la gloria de Dios, de la salvación de las almas, y de la suya propia: Labia enirn sacerdotis custodient scien– tiam, d lcgem ,reqwi;·e;zt e:t m·e ejus (Malach. u, 7); ni podemos permitir que el talento de la predicac.ión quede cubierto por el orín del descuido y la culpable ignorancia. Dios nos castigaría. 636. Acordémonos de nuestros mayores, de aquellos venerandos Padres que tantos ejemplos nos dejaron de su
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