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260 L"ECCIÓN :ia.. ÍII.-DESPUÉS DEL SERMÓN. 623. Concluído ya de predicar el sermón, si el predica– dor no quiere perder su fruto, sino que al contrario sacar mucho provecho, deberá observar las siguientes reglas: 624. Regla l." Inmediatamente después del sermón ro– gar á Dios por sus oyentes, á fin de que les aproveche la di– vina palabra, que no sea estéril, sino que fecunde en sus co– razones y queden extirpados de raíz los vicios; y también para 'sí mismo, á fin de que pueda practicar lo que á los otros ha predicado. 625. Regla 2.• Pedir á Dios perdón de las faltas come– tidas durante la predicación, y de no haberlo hecho mejor correspondiendo á su gracia, y que El se sirva remediar el mal que podría resultar de cualquier palabra no conforme que hubiese podido salir de nuestros labios, quedando algu· no tal vez ofendido de nuestros avisos é increpaciones con– tra los vicios. 626. Regla 3." Durante la predicación resulta que nos han venido magníficas ideas, figuras atrevidas de grande efecto, giros los más felices, notables modificaciones; hemos observauo también el efecto que ciertas frases, ciertos pe– ríodos producen sobre el auditorio, nos han hecho otros tam– bién observaciones sobre la ejecución de nuestros discursos; todo esto, pues, conviene anotarlo después del sermón; son preciosas observaciones que nos servirán de mucho durante toda la carrera de nuestra predicación. Estas · nos hacen más provecho que la lectura de los mejores tratados sobre la predicación. No hay más trabajo que ir apuntando des– pués del sermón nuestras impresiones, y las observaciones que los otros nos hacen y son dignas <le ello. «Predicando cinco ó seis veces un discurso, y corrigiéndolo inmediata– mente desptiés, dice el cardenal Manry, es cómo se juzga perfectamente, así el efecto como el conjunto, y cómo se pue– den fortalecer los impulsos, suprimir lo que sea largo, y mul– tiplicar y perfeccionar las bellezas."

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