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PREPARACIÓN PARA PREDICAR. 259 irresistible. Las acciones expresivas de su cuerpo y rostro; los abrazos con el Señor; aquel levantarlo y mirarlo tierna– mente; aquellos. coloquios tan dulces con que desahoga el amor que interiormente le abrasa, no hay con qué compa– rarlos. Ni Antonio enfurecía tanto al pueblo romano contra el que diú muerte al César, cuando le manifestó su toga des– hecha á puñaladas, y manchada con su misma sangre, como el P. Cácliz hace aborrecer el pecado que fué la causa de la muerte de nuestro Redentor, cuando lo presenta escarpiaclo en la cruz que le formaron nuestras culpas. Aquel dulce de mi esperanzct con que lo estrecha en su pecho, es capaz de ablanuar los corazones más empedernidos. Aquellas lágri– mas que corren por sus mejillas, y las arroja su celo y cari– dad, liquidan la insensibilidad de los espíritus más obstina– dos. No movería tanto á compasión un hijo que se halla re– pentinamente á su padre muerto, traspasado su corazón con mil heridas , y que se abraza con su cadáver, como el Pa– dre Cádiz excita los afectos más tiernos y el dolor más ac– tivo cuando nos presenta á .Jesús en el estado en que lo pu– sieron nuestros pecados..." 622. "Al trueno de la preuicaciún (lel P. Cádiz se han visto pobladas las iglesias de verdaderos penitentes, que con sus lágrimas y arrepentimiento le forman la más lustro– sa corona. Son innumerables las confesiones generales que se hacen, y apenas pueden consolar los confesores á tanto concurso como busca su remedio en el sagrado Tribunal. Los templos se ven más asistidos á touas horas; los Sacramen– tos de Penitencia y Comunión tan frecuentados, que en sólo alguno de los conventos regulares iban á los ocho días mi– nistradas más de seis mil Formas... El suceso ha correspon– dido á los pronósticos y á los deseos. Se ha observado gene– ralmente una reforma grauue en las costumbres. , Ji~n estas relaciones de testigos oculares podemos comprender con qué fervor y espíritu trataba el Vble. Diego de Cádiz las cosas de Dios en el púlpito, y cómo la buena y apostólica predi– cación la bendice y colma Dios de los más c;opiosos frutos.

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