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PREPARACIÓN PARA PREDICAR. 1 257 todo sorprende y penetra; se concibe que hay algo de admi– ración, que es Dios quien habla por su boca, y su voz viene á ser voz del Señor que rompe los cedros, que arroja fuego y llamas: Vox .Domini con.fringcntis cctlros, vox .Domini intcrcidentis jlammas ignis. (Ps. xxvm, 7). 618. Guardémonos de confundir el venladero celo con el amor propio y el deseo de quedar bien en nuestro empe– ño. Este es un movimiento natural, mientras que el primero tiene un motivo sobrenatural. Hay gran diferencia entre los dos. Así como el verdadero celo tiene por principio la ca?·i– dad, y por regla la prudencia, y por tanto ama entrañable– mente y se vale de todos los medios prudentes para atraer– los y convertirlos, hasta lograr la paz del alma y el cumpli– miento de sus deberes; por el contrario el otro, como á cosa natural y animado tan sólo de la pasión, no respeta perso– nas ni tiempos, ni sabe agnarda.r or.asiones favorables, ni modos convenientes; se incomoda contra las voluntades re– beldes, grita y choca con cuantos no ceden al instante, sin saber siquiera preveer cuan caras cuestan la imprudencias. 619. 3.• Recitar bien. Momento solemne ar¡uel en que el pt·etlicador se <leja ver en el ptllpito. Las miradas de todo el auclitorio están fijas sobre él; sus primems palabras son esperadas con avidez, con ansia indescriptible; todos desean sab~.r cuanto antes de qué materia tratará y de qué manera. El orador debe satisfacer esta ansiedad. Es necesario que esté penetrado del asunto r¡ue ha de manifestar. Un profun– do sentimiento debe embargarle, y todo su exterior conmo– vido debe hacer comprender que en el seno de su alma ger– minan grandes verdacles, y que ardorosos sentimientos abra– san su pecho y consumen su corazón. Y en esto no puecle haber ficción: pues las verdades eternas y los grandes inte– reses ele las almas á r¡uienes predica no son para menos. Su voz expresiva, sus gestos naturales, los movimientos tan pro– pies, sus f,~cciones animadas, sus ojos iluminados, su noble continente y la energía de toda su expresión; todo debe ma– nifestar que allí hay sentimiento, hay vida, animación, interés yentusiasmo, yentonces este entusiasmo... corre como la elec– tricidad, se apodera de los oyentes, <111e quedan <!ominados bajo la elocuente palabra del orador, abrasado su corazón por 17

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