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22 I,ECCIÚN III.- SUS FINES: arranr1ue~ uraLorios, sin preparación que los origine, sin ca– mino que les haya conducido, y sin fundamento ni instruc– ción que les apoye, ¿quién no ve que están fuera de su lu– gar? Ni más ni menos, han dicho algunos, que un precioso vestido colocado en un maniquí, ó bien una bella decoración á la que le falta un escenario para ser colocada. Xo se ha producido la idea reveladora que iluminando la mente del orador ha ue iluminar la del auditorio; ¿á qué viene, pues, aquel gran aparato y ostentación? Falta aquelve1·bo, aque– lla palabra engendrada en la inteligencia que diga : Fiat lux, la cual ilumina la inteligencia de los oyentes, y enton– ces se prouuce aquella luz de la verdad y doctrina que de– rrama la belleza y hermosura como á cosa que le es tan na– tural, entonces el orauor puede hacer fulgurar esta verdad con todos sus destellos y vivísimos colores, entonces los arranques oratorios y arrebatos del más puro y noble en– tusiasmo vienen de un modo el más natliral y espontáneo, producidos por la misma fuerza de la verdad que, en su clarísima y lógica manifestación, los ha preparado sucesi– vamente por graJos. Entonces, sí, esos arranques oratorios obran maravillas. "Por esto vemos, dice el Sr. Bravo y 'l'u– dela, en los·grandes oradores, así antiguos como modernos, esos rasgos brillantes y sólidos, traídos por las pruebas y engendrados, digámoslo así, por las razones y por los hechos. Sólo después de argumentos muy nutridos es cuan– do Jos grandes oradores conmueven y arrastran al oyente con la fuerza de sus arranques, que de otro modo no tienen razón de ser, y sorpreuilen sin proilucir afecto alguno, cuan– do más el del asombro y la admiración. ¡Asombro pasajero, admiración infecunda, y que muy pronto da pábulo á la más severa censura por parte de los mismos que la han sentido con mayor intensidad! , 23. Las palabras se las llev!t el viento, y sólo hacen ruido desde el momento que no instruyen ni tienen fin de– terminado, ni pueden en manera alguna mejorar las costum– bres de Jos pueblos. Porque las necesidades de éstos, sobre todo hoy día en que tantos errores corrompen su inteligen– cia y tantos vicios su corazón, exigen sólida y maci:m ins– trucción de los dogmas, verdailes y deberes cristianos, con

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