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PREPARACIÓN PARA PREDICAR. 253 y añade: Quls novit, quid arl prmsens tempus dice1·e ex– pediat, nisi qui co1·da omninm 'cidet? ct quis .facit ut quod opol'tet et q1temadmodu11~ oportct dicat1w ü nobis, nisi in wjus mamts sunt et nos et stn·nw1ws n.osf¡·i. (Lib. Iv, lJoctr. crist.). Concluyamos diciendo con Santo 'l'omás que toda buena predicación se deriva lle la plenittul <le la orac.iún y contemplación: B':c plenit1ul'i!w contemplatio·,tis tlai·ratur prtedica.tio. 612. Es digno. de grabarse en la memoria el con~ejo que daba el P. Le Jeune sobre el particular á lo~ predicadores: "El primer aviso, decía, que tengo que üaro~ para predicar bien, es orar bien; el segundo, orar bien; el tereero, d cuar– to, el quinto, el décimo, es orar bien." Cuán cierto es •!tte al predieador le ha de ser muy familiar la oración, más aún que la misma Biblia Sagrada. Por esto los Santos predica– dores pasaban noches enteras en la oración. Bien podemos decir que media hora de oración antes de la predicación aprovecha más que horas enteras de estudio; á los pies del Crucilijo encuentra el predicador aquella piedad y sabiduría que ha de comunicar á los hombres. El seráfico Doctor San Buenaventura, en la coutempladún del Crucificado encon– traba aquellos piadoso.> sentimientos y <tquella ternnm qne después comunicaba á los demás en la cátedra y en el púl– pito . Sauto Domingo jamás se atrevía á subir á él sino des– pués de haberse postrado á los pies de la Santísima Virgen para recomendarle la predicación, y decirle: .Dignrwe me laudare te, ·virgo sacrata, da milú ~,.irtntcm contra has– tes t1ws. San Vicente Ferrer siempre se preparaba con dos horas de oración para la predicación; y cierto llía que, ha– biendo descuidado algún tanto este ejercicio para preparar mejor su sermón, habló de un modo seco y sin unciún, ex– clamóse suspirando: "¡Ay de mí! Vicente ha hablado hoy, mientras que los otros días era Dios quien hablaba por su boca., Oración antes y oración después (le la predicación, añadiendo ásperas mortificaciones, éste ftlé el modo como los Santos predicadores hicieron tanto fruto; como Isaías oían en la oración aqnelht voz de Dios: Clama, 1w ases, en el cap. XLVIII, y después de anunciar los premios y los cas– tigos podían concluir como él: Os cni-m lJomini locut1tm

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