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PREPARACIÓN PARA PRF.DICAR. 249 oscuras ó en lugares sospechosos, y cuando por raz6n de necesidad ó de nuestro ministerio hay fllle tratar con ellas, debe entonces usarse de mucha circunspección; pues dejan– do aparte los peligros que podría haber, la malignidad <le la gente todo lo echa á mala parte, y re~nlta en gran r1e– trimento de la buena opinión de santidad qne necesita el predicador del Evangelio, quien siempre ha de tener pre– sente esta máxima <le! gran Doctor de la Tgle~ia San .Terú– nimo: Solus cum soht non sedeas in secreto absr¡uc arbi– tro et teste. 601. 4. Para que la palabra del predica<lvr tenga dka– cia, debe éste ejercitarse en la práctica de aquella r>spr·r·ial virittd que quiere predicar á los otros: esto es lo que mon– señor de la 1\fotte, obispo de Amiens, llamaba J¡.acr•r su sr'í'· món. La experiencia que se tiene de las cosas hace que po– damos hablar mejor sobre ellas; y por tanto, si el predicador es hombre de oración, de paciencia, de mortificación, de vir· tud, si está poseído del amor ele Dios, no hay duda que po– drá hablar de todo esto con una maravillosa persuasión y efecto; las almas no podr[tn menos de escuchar y ser bien guiallas por un maestro tan experimPntado; necesariamente tendrán que encontrar el bálsamo consolador de sus males en manos de un médico que experimentalmente conoce en sí mismo las grandes y ocultas vías del comzón Jnunano. Fa te, !ate, e non parlate, decía á los predicadores uno de aque– llos primitivos discípulos de nuestro glorioso Patriarca San Francisco de Asís. 602. Si, pues, no se observan los frutos que serían de esperar ele tanta predicación y de tantos sermones que hoy se escuchan en muchos lugares, ¿no debería esto hacernos entrar en sospecha á los predicadores, de que tal vez mu– chos se van en consideraciones especulativas y no necesa– rias, y que á muchos nos falta esta prcparaC'ión. 1'emofr1 de que acabamos de hablar? El pueblo, por ignorante y gro– sero que se le suponga, observa siempre la vida de lo~ pre– dicadores, ve las contradicciones entre ésta y su doctrina, y sólo los apostólicos opemrios se ven colmado~ <le e"piosos frutos. Mas todavía no basta la prt7Jai'IICÍ!in rc)Jiota, se re– quiere inmediatamente antes Lle predicar la Jlí'i'paración p1·ó.rima.

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