BCCCAP00000000000000000000265

INSTRUIR, DELEITAR, CONMOVER. 21 11i!til aliud nisi docere videamm·. Es decir, que de talma– ll<'r<t ha de ser nuestro discurso, que parezca que sólo in– kllt.amos instruir, esto es, que la instrucci6n forme el fondo <1<·.1 discurso, pues de ahí irá brotando todo lo demás que i11 tentamos, pues la inteligencia habla al corazon. Y ved la •·otnpttración tan adecuada que pone el mismo orador : «Ins– truid á fondo á los oyentes, dice, acerca del punto de que ~" trat;t: desenvolver y hacer resaltar las verdades que han <le encaminarlos á la virtud , es lo que en realiilad forma el <aterpo del discurso: las otras partes de la elocuencia, que <:onsisten en agradm· y mover, no deben intervenir en él ~ino como la sangre en las venas, diseminailas y como cir– eulando en cierto modo en el cuerpo de la instrucción : !Yi– w ti sanguis in corpo1·ibus, sic illm in orationib11s fusm t<sse debebunt." Esta comparación <le Ciceron es tan ade– cuada, que los preceptistas no han dejado de recordarla. · 22. Decir cosas sin substancia no alimenta el espíritu; lo deja vacío: mas hablar rle cosas útiles siempre es resul– tado de la sabiilnría, y produce consecuencias saludables que tarde ó temprano producen sus frutos, lo que no resul– taría si faltara la debida ciencia y raciocinio , que son el nutrido alimento de la humana razón. «Nada desdora más, dice el erndito escritor Capmany, el lustre y la autoridad de la elocuencia, como estos discursos tan vacíos de ideas como de sentido y razón... Para poseer la gracia de la elo– cución y la alteza de las ideas es menester juntar, como Pla– tón, el arte de decir y el de pe-ns<tr." No es posible que ten.: ga base sólida la elocuencia sin la instrucción. Si con tiempo no se han preparado los arranques oratorios, cogen de im– proviso, y faltos de apoyo no producen ningún resultado. No serán más que vanas declamaciones, brillo fantástico de un momento, violencias y juegos de una imaginación exal– tada, cosas todas que hasta podrán hacer sospechar poca cordura en el orador. Estos excesos, según Cicerón, vienen á ser como arrebatos de un hombre ebrio entre oyentes en ayunas: Vinolentus ínter sobrios. Estos relumbrones son vanos y fuera de propósito, no se han producido en fuerza de las cosas mismas que lo pidan, y por tanto no <lan buen re– sultado, y colocan al orador sobre un falso terreno. Esos

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz