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PREPARACIÓN PARA PREDICAR. 24!) la sesión xxn del Concilio Tridentino: "No hay cosa, dice, que vaya disponiendo con más constancht á los otros á la piedad y culto divino, que la villa y rjemp\o de los que se han dedicado á los sagrados ministrrios; pnri> considerán– doles los demás como situ:ulos en lugar snpt\rior ú tollas las cosas de este siglo, ponen los ojos en ellos <·.mno en un espe– jo, de donde toman ejemplos que imitar. Por estn motivo conviene totalmente que los clérigos, llamaclos á H1~1· parte de la suerte del Señor, ordenen de tal modo to<la sn virla y costumbres, que nada presenten en sus vestitloH, porte, va– sos, conversación y todo lo demás, que no manifie~t.e {L pri– mera vista gravedad, modestüt y Religión. Huyan tambi{\n de las culpas leves, que en ellos serían gravísinias; para inspirar así veneración á todos con sus acciones. Y eomo ii. proporci6n de la mayor utilidad y ornamento que da esta conrlucta á la Tglesia de Dios, co:1 tanta mayor diligencia se debe observar. " Así se expresa el Santo Concilio. Aquí en– contramos cuál ha de ser la verdadera preparación en los predicadores, á fin de que los pueblos oigan con fruto la di– vina palabra, pues no podrá menos que fructificar al salir de los labios de un predicador santo que neccsarhuuente tie– ne tan gran ascendiente sobre los auditorios sólo al presen– tarse en el púlpito. Su vista mueve á piedad, y su porte edi– ficante y su santa vida, antes de exprp,sar una fntse ya tie– ne casi ganados los corazones. 593. Todo esto quedó comprobado perfectamente por el ejemplo de tantos santos predicadores, en quienes era tal su modestia y santidad ejemplar, que con sólo presentarse al púlpito ya ganaban los voluntades de todos. Todas las Or– denes religiosas de la Iglesia han teniclo ilnst.res Yarones de esta clasP., lo mismo que el clero secular ; ni en ningún siglo de la Iglesia han faltado estos modelo~. San Fraucis– .co, nuestro Padre, movía sólo con su aspecto tan modesto á devoción y lágrimas á los más grandes pecadores. Aquel gran predica¡lor de las Indias, San Francisco J avier, con– virtió aquellos pueblos gentiles principalmente con la santi- . dad y el ejemplo. Y ii. San Francisco de Bmj;t le fué orde– nado por el rey que snbiera al púlpito sin tmwr tiempo de prepararse, diciendo ~H¡uel monarca qne annr¡ne no dijese

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