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244 LECCIÓN XL. di auctoritas pe,rditlw (j'Mtndo 'oox opere non (Uljuwt'UI'. El predicador debe ir delante preparando los caminos lld Señor con su palabra, pero más con su ejemplo; pues, como dice San Agustín, la buenl\ y santa vida del preüicador !m– een mucha mayor fuerza é impresión que la más firm y per– suasiva elocuencia. 590. El pueblo no considera en ellos más que á los en– viados de Dios, en quienes supone la grande s!mtillad que lleva consigo tal dig·nidad, y por esto los respetan y reve– rencian más por su santidad que por su ciencia, que también hay sabios en el mundo, y sin embargo no se les da tal ve– neración por no estar revestirlos de este carácter sagrado. Cuando, pues, el pueblo, sobre todo gente sencilla ~ igno– ·rante, ve que los predicadores no practican lo que predican, ó, como dice San Gregorio, contradicen con las costumbres su predicación: Quocl verbis prmdicant nwrib1ts im]nt{f– nant, no puede persuadirse que esa clase de predieadores hable de buena fe, ni procecla con convicción en sus afir– maciones; lo que piensa es que se habla por costumbre, por cumplir con el oficio, y nada más. Con esto el ministe– rio sacerdotal queda desacreditado, y la predicación lleg·a á ser des¡1reciada. "Esto es monstruoso, dice San Bernardo, tener una lengua pttrladora, la mano floja, y una vida os– cura y tenebrosa por falta de virtud: Linuua magnilor¡1ta, 1/utnus otiosu, et úta tenebi'osa cst res monstt·¡wsa. 591. El predicador, como maestro de la sana doctrina, como guardian vigilante de las buenas costumbres, ha de estar sobre la multitml por sus intachables costumbres, por su santa vida, por su dignidad sacerdotal y por ser el lega– do de Jesc!Cristo para anunciar á los hombres sn divina vo– luntacl. :Mas "¿Cómo poürá ser respetado del pueblo quien en nada se diferencia del pueblo, se exclama San Ambrosio? ¿Qué podrá admirar en tí, si ve en tu persona sus mismos defectos? ¿si nada observa en tí que no lo encuentre en él? Si de alguna cosa tenía que avergonzarse, tropieza en lo mis– mo contigo, á quien juzgaba digno de reverencia." Así se expresa el Santo Doctor. 592. Nada nos parece aquí más oportuno que dejar oir la voz autorizada de nuestra Santa Madre ht Iglesia en

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