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GESTO ÓLENGUAJE DE ACCIÓN. 241 mor, la tristeza, la alegría y el gozo. Poco hay de delibe– rado en los movimientos de ojos y semblante. "Aquí influye más bien la naturaleza que la voluntall, rlice el Sr. Mar– tínez Sanz; aquí se verifica muy particuhmnente, que r¡uien piensa y siente bien, acciona bien." 578. Los nRAzos Y MANOS para el movimiento tienen el gesto más principal ; por lo mismo piden toda nuestra aten– ción. Santo Tomás enseña que el hombre por medio de la in te!igencia y las manos, todo lo alcanza, porque ésta~ son el instrumento de aquélla. Para la acción oratoria signen siendo su instrumento principal: piden, llaman, amenazcw, suplican, niegan, en fi n, tienen un lenguaje propio que en– tienden todos los hombres. El orador debe valerse oportu– namente ele este poderoso medio de expresión. "Cuando un sentimiento grave y profundo absorbe nuestro espíritu, dice el citado Sr. 1\'Iartínez, el cuerpo participa de la inmovilidad del alma, y entonces toda la expresión está en la fisonomía del orador." !>79. Toda acción ha de ¡tartir ó arrancar del PECHO, que es el que le da energía; de lo contrario el movimiento, sobre todo de brazos, no tiene vigor, y las manos se mue– ven lángnidamente: Pectus est quocl disse1·tus facit . 580. ElJ?IÉ DF.RECHo ha de estar más adelantado que el izquierdo; esta postura facilita mucho la naturalidad de los movimientos clel orador. 581. Se requiere SIMULTANEIDAD entre la acción y la pro– lación de la palabra, pues si llega á anteponerse la una á la otra, sería cosa muy chocante. De ninguna manera con– viene ejercitarse en accionar bien en el momento inmediato á la predicación, pues ·esto estorbaría. Debe hacerse con an– ticipación, y con esto se adqniere un hábito; como cuando se habla ó escribe, que no hay necesidad de pensar en cada le– tra que hemos de poner. 582. Aquí los autores de elocuencia clescienden á tantas y tantas minuciosidades sobre el gesto, movimientos de ma– nos, etc., que todo lo cual hace ver de cuánta importancia lo consideran; pero c't nosotros nos l1a parecido r¡ ue bastaba recordar aquí la gran rcght de la naturalidad en el gesto, corrigiendo únicamente sus defectos, y notando los princi- 16

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