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GESTO Ó r,ENGUAJE DE ACCIÓN. se llenará de dolor, de tristeza y compasión si se trata de la Pasión y muerte de N1testro Seiio1· Jesucristo. Entonces todos los asuntos que se tratan son en gran manera realza– dos por la acción propia que les acompaña. 571. Regla 7.• La acción debe acomodrrrsr ri los oyen– tes. "Delante de los grandes, dice Ramón , dt;ttlo por el se· ñor Bravo, es menester llablar con t1ignitlat1; tlebnte t\el pueblo con autoridarl: en el campo se puet1e permitir al pre– dicador, aunque hasta ciertos límites, el aparecer vehe– mente y terrible en su acción, gritar y alterarse, porr¡ue el pueblo se persuade más con una voz poderosa y con atlema– nes impetuosos que con la fuerza del razonamiento ó con la belleza de la dicción: en las ciudades es menester mayor re– serva, moderación y mOllestia; es preciso hablar y no gri– tar, es necesaria una acción noble y culta, una voz dulce y grata, un gesto grave, impulsos moderados y un exterior siempre respetuoso, en términos que el aire de autoridad del ministro esté templado con el aire modesto del hombre. r. Los predicadores muy ejercitados en el púlpito saben per– fectamente cuán práctica es esta regla y la neeesidad que hay de observarla. Una vez un buen hombre del campo de– cía á un misionero: ..Padre, gritará fn erte en el sermón, para que le salga bien." Mientras que en las ciudades los predicadores que no usan de circunspección en los modos de expresarse no son tan bien recibidos. Hagámonos todo para todos, como el Apóstol; para ganarlos á Jesucristo: Omnibus onznia factus surn, ~tt Oillncsface1'e1n salros. (I. Cor. n::). 572. Estas son las principales cualidades que ha de te– ner la acción oratoria. Observándolas exactamente, la pre– dicación tiene sus encantos, y Jos oyent.es , pendiente~ del labio del orador, pasan el tiempo sin advertirlo. Hoy si un sermón pasa de media hora ya se hace fastidioso; se escri– ·be en tratados de oratoria que no conviene pasar de este tiempo, y muchos determinan un tiempo excesivamente cor– to para explanar las ideas sobre el dogma y la moral que tanto interesan á la humanidad, hoy envuelta en ese torbe– lljno vertiginoso de ideas anticristianas; y con razón indican la necesidad de ser breve la predicación, pues todo va á marcha precipitada, al vapor, y por lo demás, tan estra-

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