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238 LECCIÓN XXXIX. pañuelo con ciertas pretensiones ridículas, como los munda– nos; pasear la mirada orgullosa sobre el auditorio; toser afectadamente; tomar un tono autoritario; exhibir modales elegantes y pedantescos, y tantas otras ridiculeces que en nada son conformes á la santidad del ministerio. La modes– tia, la humildad y la caridad atraen siempre las almas al pie de la cátedra sagralla. 568. Regla 4." Los gestos han de ser ordenados. "De– ben evitarse, dice el Sr. Bravo y Tudela, los desordenados gestos de ciertos predicadores que gritan, se alteran, se atormentan y aparentan sie'mpre un aire inoportuno de in– dignación. El espíritu de Dios es majestuoso y tranquilo; se revela por la dulzura de la recitación, acompañada de una noble sencillez, y esta dulzura edifica tanto como agrada, va al fondo de los corazones, y triunfa de los obstáculos que en– cuentra. Por el contrario, la acción inmoderada perjudica se– gún su exceso, y rompe esa majestuosa calma que sienta tan bien delante de los altares., 569. Regla 5." La acción debe acomodane al predi– cado¡·, Con mucho gusto transcribimos esta importante re– gla del citado Sr. Bnwo: "Una misma acción, dice, no con– viene á todos los predici1dores. Los jóvenes deben adoptar una acción más humilde y más modesta que los ancianos, una acción casi tímida; los inferiores no deben imitar ni á los prelados, ni á los ancianos venerables, ni á los predica– dores célebres, á quienes es permitido derr:~mar sobre su exterior un poco de ese aire de autoridad que conviene á su rango, á su edad y á su reputación. Edificarían mal los jó– venes adoptando un acento de imperio que dice mal con su inexperiencia y falta de representación." 570. Regla 6.• Lu acción debe acomodarse al asu1rto. Requiriendo cada género de discurso su género de estilo, es muy natural que pida una acción oratoria que le cuadre per– fectamente, según las materias y los estilos con que se tra– tan. Y por tanto hay que atender, si se trata de sermones mo'}'(tles, panegí'l'icos, plátiects ú oraciones fúneb¡·es; ó bien en cuanto á lamateria del discurso, si son las postri- 1nerías, ó sobre los '/)icios, ó corrupción de costumbres lo que pred~ca, tomará el aire y la voz de un profeta; ó bieiJ,

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