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GESTO Ó LENGUAjE DE ACCIÓN. 23!í 560. Muchas veces el gesto nos hiere, nos impresiona más que la misma palabra. Una acción rle manos, una ex– presiva mirada, un silencio significativo, un ro ~t.ro demuda– do, una expresión de dol•>r, llll exterior com¡mngi1l!J, una posición digna, un continente majestuoso, un aire desdeño– so, un movimiento compasivo, una sonrisa burlona, una :;e– ñal de amenaza, un arranque de cólera, un gesto de horror, algunas lágrimas que desbordan por los ojos causan más sensación que la misma voz. San Agustín declara aquel an– gustioso trance en que luchaba su corazón para convertirse: "Mi frente, las mejillas, el color, los ojos, las inflexiones de la voz, expresaban conmás energía que mis palabra:; la lucha interior que desgarraba mi alma: Plttsque loqttcbantu1·.. . quam vcrba qu(J! Jmemcbant. 561. Tal ha de ser la acción m·atrn·ia en el predicador: que todos comprendan por su exterior significativo cuánto pasa en el interior de su alma, los afectos que embargan su corazón, y los fenómenos que sin cesar se reproducen en el fondo de su sér; mas siempre con santa moderación, siem– pre evitando todo movimiento teatral. Entre el teatro y la cátedra sagrada hay una bien marcada lliferencia 1le acción y de género. •·Nada, pues, hay ele más mal gusto, dice Mau– ri, y más contrario al tono del púlpito que una manera tea– tral. Al instante llega uno á advertirlo cuando se posee el sentimiento y hábito del santo ministerio; y jamás esto re– sulta en ventaja del declamaclor qne se rebaja á estas inde– centes imitaciones., El orador no representa un personaje ficticio, como un actor que se coloca en el Jugar ele otro. 562. Bien difícil es dar reglas sobre el lenguaje de ac– ción, pues más pertenece á la práctica de un experimen– tado profesor que vigile y corrija los defectos de sus discí– pulos; y además tenemos bien presente lo que dice el abate Bautain sobre el particular: u Los mejores guías en tales cosas son la naturaleza y la inspiración del momento, y el ejemplo la más provechosa enseñanza. Quien tenga disposi– ción para la elocuencia, aprenderá á hablar con SÍI}o oir ha– blar bien. Los oratlores son sobre todo los que forman á los oradores., Sin embargo, es muy eonveniente establecer al– gunas reglas que, sin quitar en nada la es¡JOntanein¡td de la

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