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226 LECCIÓN XXXVfii. to. Se ha observado por varios escritores que este g-ímero está muy descuidadó. Vereis en realidad que unos :uloptan tonos insignificantes que acusan poca alma, poca convicción, ó tal vez pocos conocimientos; otros emplean unos tonos fal– sos, incapaces de satisfacer el gu~to de nadie, careciendo ellos mismos del buen gusto requerido; otros salen cual á romper lanzas con tonos exagerados, fuera de propósito, efecto de una grande sensibilidad, que los exhibe cual forza– dos energúmenos, ó atacados de nervios, ó cuando menos ma– nifiesta en ellos las demasías de mm fogosa imaginación que los lleva al retortero. Esto es bien sensible, pues la palabra de Dios es majestuosa, y con majestad debe anunciarse; debe Jluir cual caudaloso río según los varios modos y mane· ras propios de cada orador, sin necesidad de violencias re– prensibles. Vamos, pues, á compilar algunas reglas acerca el buen uso de la voz, de este don precioso por Dios legado al hombre. 533. Mas antes de todo, para más clara inteligencia, fijémonos en todos los elementos de los cuales se compone la voz: l. o El timb1·e: es la misma disposición del órgano (le la voz; por esto cuando la voz es sonora y argentina de– cimos: Tiene un buen timln·e, nn buen metal de voz. 2. 0 El tono es la nota musical, alta, mediana ó baja; cuando se ele– va mucho la voz, decimos: Ha ilado un tono mny alto. 3. 0 La d~wación: es el tiempo 11ue se emplea en la pronunciación de la sílaba ó palabra: es la cantidad prosódica. Eu ella se comprenden las cantillades de sonido, pausas ómomentos de silencio. 4. o La intensidad: es el cuerpo ó fuerza de la voz, y produce los sonidos fuertes ó débiles, efecto de un marca– do acento. «Señala un esfuerzo de vez, no un~ prolongación de sonido,, dice el Sr. Menéudez Pelayo. Por lo que cuan– do uno se expresa con fuerza, decimos: Prommció tales pa– labras con marcado acento; y en general á una voz fuerte y robusta la llamamos intensa; v. gr.: Llenaba las anchas na– ves del templo con la intensidad de su voz.