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224 LECCIÓN XXXVIII. pneLle expresar impotente el vocabulario humano. ¡Oh, In voz! Ella modula con suavísimas inflexiones todo cuautn sentimos; todo cuanto pasa en el fondo de nuestra alma. Ad– mirablemente se comprende la parte principalísima que ella tiene en la accidn oratoria. 528. La buena JJJ'onunciacidn es siempre poderosa 1 por– que en ella V<t envueltlt la palabra, elve1·bo que ha de que– dar depositado cual germen en la inteligencia y corazón del oyente. Cuando la acompaiht el buen timbre de voz, aque– llas formas enérgicas que la revisten de virilidad y lozanía, aquel ropaje majestuoso de los vistosos y sobrios atavíos de la elocuencia, su poder es irresistible; nada es comparable á su poderosa dominación. ¡Cuán grande es Demóstenes en– tre liJs müiguos griegos, conteniendo con su ardiente pala– bra el poder de las armas enemigas de su patria! los pue– blos helénicos otra cosa no hacen que elevarse ó abatirse según el imperio de la 'VOZ del gran orador que por comple– to les domina! ¡Cuán grande es el Crisóstomo cuando con aquella elocuente y poderosa voz que sale por aquella boca de oro, tiene á Antioquía y Constantinopla suspensas de sus labios, sin corazón y sin alma, pon1ue están en manos del gran orador cristiano, que con el mágico encanto de su elocnente voz se ha apoderado de todos ellos. 529. La JJronunciacidn es el espíritu de vida que entra en la letra muerta y fria del discurso, el que le da interés y animación. El Señor dice al Profeta: "¿Piensas tú que vivi– rán estos huesos?" Diles: Oss(t a?'idct audite verbum ])o– mini. (Ezeq. xxxvn). "Habla:" y habló el Profeta; los huesos se removieron, se aninmron, andaban perfectamente. reves– tidos de su carne; había entrado el espíritu de vida. Están reunidos los materiales de un discurso, ¿qué veis? huesos; se han ordenado, compaginado, tienen ya sus adornos, ¿qué veis? no tienen vida, en ellos está todavía la muerte. Vati– cinare, !tabla: ved que el discurso se anima, se ponen de relieve las fignras, los pasajes sublimes; todo adquiere un nuevo encanto, y lágrimas brotan de los ojos, ¿y cuándo? allí donde la lectura tal vez no hizo impresión. Vemos que dis– cursos los más insignificantes inspiran interés sólo por el tono de voz y acento de convicción con que son pronunciados: ¿qué

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