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¡ PRONUNCIACIÓN Ó ACCIÓN ORATORIA. 221 fruto en Sll auditorio. Tanto era el asombro, espanto y ame– naza que descubría en su rostro, demudado y atónito, con– siderando la terribilidad de aquella sentencia y penas tan espantosas. Y del Vble. P. Luís de Granada se lee qne una vez, habiendo subido al púlpito á predicar el sermón de Pa– sión, estaba tan conmovido, su voz tan embargada, su sem– blante tan demudado, y todo tan poseído del dolor por el asunto que meditaba, que al pronunciar estas primeras pa– labras del tema: Passio JJornini Nost'l'i .ies'UCkristi, no pudo pasar más adelante, convirtiéndose todo el auditorio junto con él en un mar de lágrimas. 523. Comprendamos de una vez la necesidad de la bue– na pPommciacidn: el ministro de Dios no puede en manera alguna descuitlar una cosa que tanto influye en el feliz éxito de la predicación; no es posible que salgtt de nuestros labios una palabra muerta y sin vida, que acuse en nosotros una miserable apatía y glacial indiferencia para las almas que Jesucristo ha redimido con su preciosísima sangre. La mis– ma avaricia hace elocuente al avaro pam chupar la sangre del pobre; la misma codicia hace elocuente al rico mal con– tento para aumentar sus intereses; la mi~m<t coueupisctmcia, hace elocuente al voluptuoso para satisfacer sus inf<lmes pasiones, ¿y el sacerdote no encontrará estímulos podero– sos en los intereses de .T esucrísto y u e laB almas redimidas para saber impresionm·se vivamente, y revestir la palabra de aquel brillo y energía mucho mejor de lo que pretenden hacerlo aquellos que en los teatros halagan las pasiones y ensalzan ht vanidad, mucho mejor que aquellos qtte con tan– ta pasión defienden los intereses mundanos? 524. «La conciencia me dice, se exclama Hamón, que no puedo como sacerdote descuidar una cosa de la cual de– pende el éxito de la predicación, y que si, para perder mil veces las almas, los actores del teatro se esfuerzan con tan– ta solicitud en llegar á la perfección de la acción, para sal– varlas debo trabajar con un celo por lo menos igual, ya que no sea mayor, y en proporción del alto objeto que me pro– pongo. " Y si este objeto es en si tau noble y eleva<lo, ¿qué será cuando se convierte en admiración del entendimiento y encanto del corazón por metlio de la accidn m·ato?·ia., que
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