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218 LECCIÓN 'XXXVII. el lenguaje y la vida del cuerpo... Es la reina del arlt\ tln bien decir... Sin elltt el mayor orador es nulo, y con ella 1111 orador mediano se eleva sobre los más hábiles., 515. Cuando hay acción, vida y movimiento en la pala- .. bra el orador transmite su alma toda entera al auditorio; es una brasa encendida que, echada entre fríos carbones, los abrasa, los consume. La acción da fuerza, interés y energía á la palabra; ella da movimiento y vida á las inertes imá– genes; ella da colorido y reviste de belleza las ideas y los conceptos, y, permitidme esta expresión, hace palpitar la vida latente en la palabra por la ternura, el sentimiento, y afectos de toda pasión. 516. Los Padres de la Iglesia las mismas reglas dieron, y solícitos fueron en practicarlas, como que anunciaban las eternas verdades de las cuales estaban tan poseídos. Reco– miendan en gran manera la acción oratoria San Agustín, San Ambrosio y San Bernardo. Y San Francisco de Sales escribía al Arzobispo de Bourges: "Decir maravillas y no saberlas decir, no es nada: decir poco y bien, esto es mu– cho., Por esto ya siglos antes San Agustín decía que aquel que predica sabiamente y con elocuencia es preferible y aprovecha más á sus oyentes que aquel que no habla sino con sabiduría: Qni non solttm sapienter, verum etiam eloqncntm· potest dicere, p1·ocul dubio plus proderit. 517. Es imponderable el influjo que ejerce sobre las al– mas una acción brillante, enérgica y natural. El famoso Roscío desafiaba públicamente á Cicerón á que expresase sus pensamientos mejor y más deprisa que él con solo el auxilio del gesto. ¿Y pues, qué? ¿no fné Hortensio el que, á pesar de la inferioridad de sus escritos, pudo ser el rival del orador romano por la perfección de su pronunciación y la gracia en el modo de decir? San Bernardo ha formulado esta verdad en una muy breve sentencia: Iljficacim•lingua r¡uam littera. (Ep. LXVI). 518. "¿De dónde viene, dice Pratmans, que entre tan– tos discursos admirados en el púlpito haya tan pocos que merezcan imprimirse? La razón de esto es siempre la mis– ma; la acción comunica á todo lo que se dice, un mérito que no se siente cuando se lee; ella es el alma del discurso,

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