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PRONUNCIACIÓN Ó ACCIÓN ORATORIA. 217 reaba de los corP.zones. Cuando predicó la segunda Cruzada en Alemania, se hacía acompañar de un intérprete, y resul– taron los mismos efectos. Aquella voz expresiva, aquel aire • penitente, aquel exterior de profeta, aquel celo ardiente que le abrasaba, aquella suavísima unión que bañaba sus (liscursos, todo comunicaba á su palabra aquella fnerr.a y eficacia que, sin entenderla, muchos comprendieran la eosa por ella significada. A San Francisco de Borja, preilic:mrlo en castellano, le oían los vizcaínos, y sobre no entenclcrle lloraban. Y preguntados, por qué lloraban, pnes no enten– dían al predicador, respondieron: "Por ver á un Duque santo., 513. La vista y el oído tienen la más grande importan– cia sobre los demás sentidos, puesto que son los medios por los cuales el alma percibe los pensamientos, cuyo vehículo son la voz y el gesto, como enseña San Agustín. En la pa– labra y en la acción, como en un espejo se refleja la inteli– gencia y el sentimiento con sus delicadas inflexiones, ha– ciéndolas visibles y palpables en cierto modo. No puede haber palabra, seg(m el Santo Doctor, si la voz, al propio tiempo que lleva el sonido á los oídos, no lleva también el pensamiento al alma: Nisi alir¡zti signijicct, nisi alindad au1·as fM·at, aliud menti infe¡·at, verbnm non dicitur. 514. Es la pronunciación una de las partes más esen– ciales de la elocuencia, y también más dificil, y sin embar– go, de las más descuidadas ; pues los mejores sermones son letra muerta, signos débiles que poco significan sin esta preciosa cualidad de la acción orato,ria; pues el modo de decir y expresar las cosas importa tanto como las cosas mismas: Non tarn r·rifcrt qualia sint qzue dicas, r¡narn r¡uomodo dicantur, dice Cicerón. Y por esto los antiguos {)radares de Grecia y Roma así lo practicaron, viendo coro– nados sus esfuerzos con éxito sorprendente. La lectura de un discurso de Demóstenes contra Eschines, hizo que e.n medio de los aplausos que ella arrancaba, éste exclamase suspirando: ¡Qué hubiera sido si hubiéseis oído pronnneinrle! 8uspi1·ans, ait, quid si.. . andissetis... sua ~'l'l'oa. ?'I!So– nantem. Así lo refiere San .Terúnimo. Y el oraclor romano, bien práctico sobre el particular, ¡nulo decir: «La acción es

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