BCCCAP00000000000000000000265

216 LECCIÓN XXXVII. 511. Así Jo comprende el pueblo, hemos dicho. ,:,Vl~i~ esos fogosos tribunos que le arengan y le arrastran? ¿No os habeis fijado sobre el coloso O'Connell, que, por espacio ll<' cuarenta años, domina las masas populares de Irlanda, ma– nejándolas como un clócil niño con la poderosa elocuencia expresada con su voz, con su gesto, con su semblante, con su ardiente mirada, hablándoles en todos los tonos y en to– dos los estilos? Rien, lloran, aplauden, amenazan, perdo– nan, se enfurecen, se apaciguan. El famoso orador popular se ha apoderado de todas las cuerdas del corazón humano, y las pulsa como quiere al golpe de su poderosa elocuencia. Y en efecto: "¿Qué es necesario para mover y sostener á la multitud, dice Buffón? ¿Qué se necesita para conmover á la mayor parte de los hombres y persuadidos? Un tono vehe– mente y patético, gestos expresivos y frecuentes, palabras rápidas y sonoras." El pueblo despierta de su letargo ante la expresión animada del orador, su entendimiento se eleva, su fantasía se inflama, su corazón palpita, los sentimientos estallan, y el pueblo, nos atrevemos á decir, que por nin– guna cosa queda más impresionado que por este sello de vida que lleva la palabra por una buena y sostenida pro– nunciación, que por esto La Brnyere ha dicho: "El pueblo llama elocuencia á la facilidad que algunos tienen de hablar solos y por largo tiempo, unida á la importaneia del gesto, á la vibración de la voz y á la fuerza de los pulmones." 512. Ha habido predicaclores de gran fama cuya grande reputación en su mayor parte la debieron á su brillante ac– ción oratoria. Muchos de los que les oían era imposible que les comprendieran por la diversidad de idiomas; mas el gesto, el semblante, su expresiva mirada, aquella palabra ardiente que, elaborada al fuego del corazón, salía por los labios, lo daba á comprender todo. ¿Qué entendían aquellas distintas razas del Norte, cuando á la voz de Pedro el l<~r­ mitaño predicando las Cruzadas, respondían : ..vamos; Dios lo quiere?" ¿Qué podían comprender de un San Bernanlo, que predicaba en latín al pueblo, que ordinariamente no usaba tal idioma? Y con todo los pueblos se compungían, lloraban, pedían misericordia, se perdonaban los enemigos, mudaban de vida los pecadores, y la· Religión se enseño-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz