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212 LECCIÓN XXXVI. 501. Estas venta.jas compensan suficientemente la f'alt.n de conexión y claridad que tendría la dicción en un pl'inei· pio, si el sermón se hubiese escrito íntegramente; pues tHlt>– más que el orador podrá mejor olvidarse de sí mismo pam atender al provecho de los demás, tendrá más tiempo de en– tregarse á la predicación; la cual fácilmente tenía abando– nada por considerarla incompatible con las continuas ocupa– Ciones de su ministerio; pues le era imposible atender á és– tas y escribir al mismo tiempo largamente íntegros sermones, aprendiénuolos de memoria palabra por palabra, Y más de un escritor de Elocuencia Sagrada ha dicho : "y en realidad ¿hay cosa más triste que ver un pastor de almas que no sabe hablar de Dios tí. su pueblo, si con anterioridad no ha arreglado sus palabras, limado sus frases y aprendido de memoria htlección como un estudiante? De ninguna mane– ra sucede esto á los que siguen el método de que hablamos; necesitan menos tiempo para preparar y para aprender ; y pueden dedicarse al desempeño de todas sus obligaciones sin omitir ninguna. " Confesemos que esto es una gra.n ven– taja. 502. La doctrina de hombres experimentados y pnícti– cos en la materia presente, se opone al método de predicar los sermones al pie de la letra. y,, la inspiración, la natn– ralidad ganan en ello, como también el tiempo que se aho– rra; y en fin, tantas circnnstancias fáciles de adivinar, re– comiendan como práctica común los sumarios, Refiriendo el P . de Orleans, que los predicadores contemporáneos del cé– lebre jesuita P. Cottón, no aprendían sus sermones palabra por palabra, dice: "Quizá hablamos mejor que ellos; mas es verosímil que ellos predicaban mejor que nosotros." Y por tanto, este no atarse servilmente á la letra y valerse de su– marios es un método que, como observa Pratmans, «acon– seja Fenelón, el que siguieron el P. Brydaine , el P. Endes, el cardenal Belarmino y la mayor parte de los hombres apostólicos." 503. Sin embargo, hay que atender á estas dos observa– ciones : l.• Que á veces hay ciertos asuntos muy importan– tes, ó g·ramles solemnidades, en las cuales convendrá escri– bir íntegramente los discursos. 2.~ Otras veces serán pun-
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