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208 LECCIÓN XXXVI. acto de predicarlo escriba en ella el Espíritu Santo, ¡mm que la peroración salga más patética y calurosa; cOIH.:cdi(\11- do con esto las ventajas á la improvisación. 487. "Conmovidos los oyentes, dice el Sr. Mart.ínez y Sanz, por esta fogosa elocuencia, se ocuparán neces<tria– mente de lo que oyen, entrarán dentro de sí mismos, y sfllo cuidarán del interés de su salvación; se olvidarán del ora– ¡Jor, y annque éste no guardare el mejor orden, cometa al– guna impropiedad en la expresión, é incurra en alguna re– petición ó redundancia, los oyentes no percibirán esas pe– queñeces, y en ningún caso harán por ellas un cargo al celoso predicador olvidado, al parecer del arte, y atento ex– clusivamente á los intereses eternos de su auditorio. 488. 3." La otra ventaja es de poder predicar en fre– cuentes circunstancias necesarias é imprevistas. Muchos habrá que se abstienen de predicar á lo menos con más fre– cuencia de lo que deberían, no por otro motivo sino quepa– ra ellos es un grande sacrificio tener que escribir ad lon– (!Utn todo el sermón, y aprenderlo de memoria palabra por palabra cada vez que hau de predicar, con tal dispendio de tiempo que no les dejaría lugar á ocuparse en otra cosa. ¿Cómo lo harían los misioneros y demás oradores sagrados, cuya continua ocupación es diseminar por los pueblos la se– milla de la divina palalmt? ¿Ejercitarían este augusto mi– nisterio sólo alguna vez al mes para tener tiempo de escri– bir los sermones? Aquí palpamos otra vez con evidencia las ventajas de la improvisación. 489. Y vemos· en realidad cómo los Santos Padres se entregaron á ella. Agitados por continuas turbulencias, y ocupados incesantemente en apacentar y salvar su grey, podían decir como el Apóstol : In labore et IBntr~t?Ut ... pr!B– ter illa, q1tiB extrinsecus stmt, instantia mea qtwtidiana, sollicitudo omnium Ecclesiarum. (II Cor. XI). De aquí es que por necesidad habían de improvisar. La misma espon– taneidad y otras particularidades que se observan en sus discursos que. nos conservaron los taquígrafos de aquellos tiempos, son muestra palpable de ello. Sus gravés ocupa– ciones les impedían escribirlo todo. Además, la caridad y amor de padre les hacía hablar muchas veces según las cir-
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