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IMPROVISACIÓN. 207 graciados; días de sublime inspimción, días de una penosa esterilidad; días en que la elocuencia fluye ú torrentes por los labios; días en que un lenguaje violentado y sin fondo hace bregar en vano á brazo partido contra este penoso es– tado sin poderlo remediar. ¿Será fácil, pues, la improvisa– ción? 483. La facilidad de hablar, no es la improvisaciím. Es– tá muy lejos de serlo. Jamús podrá compararse á la ciencia, al sentimiento, á la inspiración que, en fuerza de su pleni– tud rebosa por los labios para derramarse sobre un auditorio ávido de las eternas verdades y sentimientos elevados. Es muy fácil, diremos con el Sr. Sánchez Arce, que en los <lis– cursos improvisados, y se observa en nuestros días, se re– vele un lenguaje insípido y trivial sin fondo ni forma; frases incorrectas y sin concluir, digresiones extemporáneas, in– exactitudes, errores involuntarios en el dogma y moral, pláticas incoherentes... careciendo de lo que prescribe la oratoria, que es instruir, mover y deleitar. 484. Pues para evitar estos males y poder improvisar debidamente, se necesitan: l." a,·andi's conocimientos en las ciencias eclesiásticas; 2. 0 facmulitt ú facilidad de ha– blar, y 3. 0 serenidad de ánimo, para estar sobre sí y poder desarrollar las ideas; con esto sí, puede improvisarse, y hay sus grandes ventajas. 485. Sus ventajas. 1." Ahorro de tiempo. Se consume bastante tiempo en la preparación, y no siempre puede dis– poner de él el ministro de Dios, á causa de las ocupacio– nes de su santo ministerio, y en este caso se compren de perfectamente qué ventaja tan grande ofrece la improvi– sación. 486. 2.• La improvisación ayuda más para la moción de afectos, pues hay más espontaneidad en el predicador, se siente más conmovido, y más fácilmente conmueve y trans– mite á los demás el fuego de la palabra, sin que se lo impi– dan los esfuerzos de la memoria; saliendo el discurso con más naturalidad y entusiasmo que cuando de antemano ha sido preparado, con más fluidez y soltura de expresión. Que por esto muchos dicen, que aunque un sermón se escriba por entero, la última página se deje en blanco, para que en el

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