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194 LECCIÓN XXXIV. que esta figura sea tan frecuente y familiar en el púlpito, '1''" es la cátedra donde se enseñan las eternas verdades. D"" pués de lo dicho se comprende fácilmente por qué estamu~ tan inclinados á las comparaciones, y tienen tal atractivo para nosotros en todas las edades de la vida; en la vejez 1:o mo en la mocedad y áun en la misma niñez son tan agnula bies; los sabios como los rústicos hacen frecuentísimo uso de ellas, tomándolas de cuantos objetos se presentan á su vista, de cualquier orden que sean. 452. Para su buen uso hay que atender á las siguientl~s reglas: 1." Debe evitarse el formar comparaciones entre oh– jetos de una semejanza demasiado manifiesta, pues quit.a todo el placer cosa que se ofrece á primera vista. 2.• Deh1' evitarse el defecto contrario de buscarlas de una relaciím tan remota y débil que apenas si se la coge por los cabellos. 3.• Los objetos de donde se toman las comparaciones han d1' ser conocidos de todos segun su profesión ú oficio. 4.• De– ben evitarse las icleas bajas y vulgares. 453. Las comparaciones acostúmbrase á presentarlas bajo tres formas diferentes: l.• De maym·ia, esto es, de más á menos; 2.• De minoridad, esto es, de menos á más; 3.• De igualdad, esto es, de semejante á semejante, que otros llaiilan de variedad. Y tienen ellas la ventaja incom– parable de hacernos gozar á un tiempo y sin confusión de dos objetos distintos, la de servir muchas veces para refe– rir hechos difíciles de explicar, ó que expuestos de cualquie– ra otra manera podrían comprometer el decoro del púlpito. De todos los grados y matices, la más hermosa variedad de agradables comparaciones encontraremos en la lectura de la Sagrada Escritura y los Santos Padres y escritores ecle– siásticos. 454. 4.• Antítesis. Contraposición. En ella se contra– ponen unos objetos á otros. Unas se fundan en las ideas, y otras en los pensamientos. Todo el fundamento está en esta alianza de contrarias ideas en la imag-inación, la cual es de un efecto sorprendente, v. gr., como en esta de San Efrén, en su elocuente sermón del juício: «Por el contrario, el ca– mino ancho, la puerta espaciosa, conducen á la muerte. En este mundo, los goces; en el otro, las amarguras y los su-

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