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TROPOS DE PENSAMIENTO Y DICCIÓN. 181 frasis; 4. o Adorna con los variados matices de las descrip– ciones todo el discurso; 5. o Señala las personas de un modo indirecto.sin nombrarlas; v.gr .: "El solitario de Be!en," por San Jerónimo. Para esto hay que actulir á algun incidente de su vida que sea de todos conocido. 418. Así como la Pl'1'ilrasis es la snstitucion !le una expresion sin alterar la su~tancia; la PAnÁFRASrs es unaglo· sa ó comentario ele una proposición que desenvuelve; v.gr. : "El hombre se atreve á insultar á Dios: es decir; la mism<t nada al /Nr omnipotente que todo lo sostiene." N o sería bien conocida la distancia entre Dios y el hombre, sin ht Parr~j'rasis, que es la última cláusula explicativa. 419. 4. 0 Hipérbole. Consiste en aumentar ó disminuir la cosa más de lo que es en realidad. En cierto modo viene ordinariamente á satisfacer una necesidad del espíritu y sus fenómenos en su manifestación. Queremos manifestar la ve– locidad de una cosa, y decimos: "Más veloz que el pensa– miento., Lo mismo se oye á calla paso: "Más brillante que el sol; más blanco que la nieve ; IJ niere estar tan ancho que no cabe en casa." La Sagrada Eseritura nos presenta tambien varios ejemplos: Saul rt .Tonatlws rml.rtbilts...: aquilis velociorr:s, leonibus fm·t im·es; esto es, extram·di– naria¡nente. Fué usada igualmente de los Santos Patlres. San Crisóstomo alaba la piedad de la Emperatriz que du– rante la noche lleva procesionalmente las reliquias de los mártires en medio de su numeroso pueblo: Et surs~tm r¡ui– dern in cmlwn aspicientes luna1n videbamus et stellas in medio, infm, vero .fidelium nwltitttdinem, et LUNA SPLEN– DIDIORJl~I in medio l1nperat1·icent eundo. (Hom. 2, ad pop. Const.). 420. La hipérbole es, pues, una expresión valiente so– bre un objeto notable, la cual desahoga nuestros afectos y sentimientos dándoles el alcance que deseamos, siendo com· prendidos fácilmente de los otros sin qne caigan en error, ni en nosotros pueda reputarse una mentira. Atendidos loR an– t ecedentes y consiguientes en el discurso, todo el muildo en– tiende los límites de esta atrevida y altisonante figura, sin que pueda haber equivocación. Y ved porque se entienden perfectamente las hipérboles que han usado los Santos Pa– dres y las mismas Sagradas Escrituras.

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