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TROPOS DE PENSAMIENTO Y DICCIÓN. 177 ción, en la coea:istrmcia de ambos objetos. Y como la razón tle coexistencia es tan extensa, resulta <¡ue es indefinido el uso de esta fignra : se acostumbra usar tomantlo el todo por la parte; la materia por la obra; el género por la especie; el plural por el singular; el signo por la cosa significada; los antecedentes por los consiguientes, y viceversa. En estos <los últimos casos es la figura metalepsis; v. gr., no le ca– lld nada, esto es, se lo d'fje todo. 402. 3." Metonimia. Se funda en la sucesión de los dos objetos. Se comete tomando la causa por el efecto, y vice– versa; el continente por el contenido; el nombre de nn país por sus habitantes; el nombre del inventor por la cosa in– ventada; el autor de un libro por el libro mismo; y el instru– mento por el agente; v. gr.: "'l'ráeme San Juan Crisósto– mo, , esto es, sns obras; en cuyo lugar se ha puesto el nom· bre del autor. 403. 4. o Antonomasia. Es cuando por excelencia se toma el nombre apelativo ó común en vez del propio, ó al contra– rio. Por ejemplo: "El Apóstol, " por San Pablo. u El Seráfi– co Patriarca, , por nuestro Padre San Francisco. u El An– gélico Doctor, , por Santo 'l'omás de Aquino. 'l'ambién cuando se toma el nombre de la patria por el de sus famo– sos hijos; v.gr .: u El Nacianceno, " por San Gregario de Na– cianzo. 404. 5. o Onomatopeya. Significa imitación de nombre, que consiste en la elección de voces que en algún modo imi– ten el sonido de la voz, ó el ruído que hacen las cosas que nombramos. Así decimos: El gm:jeo de las aves; el balido de las ovejas; el maullido del gato, y el g?·aznido del cuer– vo. Asimismo imitamos el ruído que hacen Jos objetos ina– nimados con el sonido de la pahtbra que formamos por cier– ta analogía; v.gr .: El r;sütmpido del rayo; el crttgido de la nave; el chor¡ne ele las armas; el chispormteo del fuego, y el bramido de las olas . 405. 6. o Catacresis. Cuando empleamos una voz fuera ú en contra de su propio significado. Es decir : acomoda á las cosas que no tienen nombre propio, otro más cercano por alguna analogía; v. gr.: Pm•¡•icida, el que mata á su ma– dre; pues no teniendo otro nombre más cercano le ponemos 12

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