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GÉNEROS DE ESTILO. 165 olor para los grandes movimientos oratorios, se remueven las grandes pasiones del pueblo, porque Re les puede predi– <':t.l' con más libertad y sencillez el Santo Evangelio sin tan– l.as filosofías, metafísicas, ni retóricas forz1ulas, libre la vca·dad de aquella pesada terminología, que muchos no la c·.omprenden. Ciceron decía: "La señal infalible de c¡ne uno c·s orador, es de parecerlo al pueblo." Y esta.ba de ello tan persuadido, que añadía: "Yo quiero que mi elocnenr.ia sea gustada por el pueblo." Mas esta palabra al mismo tiempo c¡ue popular, ha de ser digna del Santo Evangelio, y tle las almas de cuya salvación se trata. "Yo me apresuro á de– eirlo, se exclama el P. Mullois, misionero apostólico, lapo– pularidad del discurso no consiste en manera alguna en ser– virse de un lenguaje común, trivial y grosero; el pueblo mismo no lo quiere, y lo mira como ultrajante para su inteli– gencia y para su dignidad. El pueblo tiene mucho más tacto de lo que se piensa; él sabe perfectamente lo que conviene á cada uno, tiene un exquisito sentimiento de las convenien– cias; él quiere que su orador hable mejor c¡ue él. Al pueblo le gusta la dignidad en ht palahm ; y por esto todas las ve– ces que nombra delante de vosotros una cosa menos cortés, buen cuidado tiene de añadir su frase proverbial: Salvo vuestro reSJJeto. Consideremos que á todos somos deudo– res, como decía el Apóstol, á los ricos como á los pobres, á Jos sabios como á Jos ignorantes; que el Santo Evangelio es para todos, y entonces nuestro estilo será popular, enérgi– co, eficaz y fructuoso para bien de muchas almas. La elo– cuencia de San Juan Crisóstomo fué muy popular, pero tam– bién muy aplaudida.

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