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164 LECCIÓN XXIX, . que, con la ayuda de Dios, su celo ardoroso pueda conseguir grandes victorias contra todo el infierno junto, armados llt• la espada de la divina palabra, con este estilo vehemente y patético del que con tanta frecuencia han de hacer uso. 368. Nada se opone que los tres géneros se encuentreu en un mismo discurso, aunque uno de ellos sea el dominantt:, cuyo nombre da al estilo, y esto por dos razones: la prime– ra es de Sau Agustín, quieu dice que las cosas grandiosa~ lo parecen mucho más al lado de las sumisas: Ex illorwn fiant comparaüone fl?'aniliora, et eorum tarnq?Ut?n wmbris lmninosiora redilantu1·. La segunda la da Cicerón para evitar una monotonía exagerada, que llegaría á causar has– tío : Ornnibus in rebus shnilitttdo satietatis est mater. Y así una oportuna mezcla de estilos en la oración hace á ésta agradable, aunque se vaya prolongando : Etiam si lon[Jitts eat, decentius p1·ocedit omtio, dice San Agustín. 369. Debe tenerse presente que sublime es lo superior, lo más elevado en su género. Hay la sublimidad objetiva, que está en las cosas, por decirlo así; y la subjetiva, en las ideas ó en los sentimientos, los cuales pueden expresarse con lenguaje natural y sencillo; pues el estilo sublime sólo resulta de la grandiosidad de la expresión; v. gr. Fiat lux; esto es sttblirne de idea que se refiere á lo sublime de las imágenes expresada con sencillez. "1\Iis palabras antes de herir vuestro corazón han herido al mío, , dijo San Crisós– tomo; esto es sublime de sentimiento. Si consistant ail– verswm me cast1·a non timebit cor mewn (Ps. xxvr), sen– timiento sublime y expresión natural. Aunque haya subli– midad de ideas y sentimientos, lo repetimos, no hay estilo sublime sin la grandeza de la expresión. El Salmo cvr es sublime en las ideas, sentimiento y expresión. 370. Antes de concluir sobre el estilo observaremos que en cualquier género de estilo en que se ejercite el orador cristiano ha de ser popular, pues al fin y al cabo es el pre– dicador de los pueblos; que debe expresarse en un estilo que todos le comprendan, al cual comunmente se ha conve– nido en llamar: estüo popular. Este estilo hace eficaz la elocuencia, el pueblo la comprende, se deja arrastrar á lo sublime, á lo heroico, aplaude, se electriza, da lugar al ora-
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