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GÉNEROS DE ESTILO. lfi:l lrnendosas. , Los Libros ~a.ntos abundan en rasgos de una sublimidad exquisita. Léanse con reflexión los Ralmos, mu– .-hísimos de ellos son notabilísimos bajo este coneepto : No– lns in, Judea IJens. (Ps. r.xxv): "A tu amenar.a, llio~ de .laeob, adormeciéronse los t¡ue montaron en eahallo~. 'J'ú •·res terrible, ¿y quién te resistirá? desde entonces tu ira. 1 Jcsde el cielo hiciste oir tu juício: la tierra temblí>, y se sosegó. Cuando se levantó Dios á juício, para salvar ú todo~ los mansos de la tierra. , Casi todos los Salmos en todo (, en parte tienen este lenguaje tan sublime y vehemente ador– nado de las bellas metáforas é imágenes grandiosas. Fuera •le los Libros Santos ¿en dónde se encontrarán expresiones más grandiosas y sublimes que éstas puestas en labios del Omnipotente? Levaoo ad cmlum manum meam et dicarn: Vivo ego in retm·m~m. Si acuerout fibl[JU1' gladiummeurn, l't m·1·ipum·it judicium manus mea : 1·eddamultionem kos– lilms mr:is, et ltis qui odcrunt me ?'etrilJ'uarn. Léase dete– nidamente este cántico de Moisés, que ocupa casi todo el ca· pítulo xx.xu del Deuteronomio, y se verá que entonando ya el Santo Legislador en un estilo sublime 1lesde nl principio: A·nrlite, cmli, qttreloq1to'l'; aucliat terra 'VI.i?'VCt m·is mei, sostiene con entereza é igualdad esta sublimidad de estilo hasta el final de su cántico. No nos cansaríamos de hacer ver las bellezas de los Libros Santos, que tan abundantes minas ofrecen al sagrado orador. 366. Con esto se ve que el estilo sublime no consiste en huecas palabras y alharaca de frases, sino en el fuego y ani– mación del discurso; no en la multiplicación de epítetos, y frivolidad de rebuscadas figuras, sino en la vida, en el alma del sentimiento y de la expresión en su más elevado punto, en las grandes figuras, en el calor y el movimiento del dis– curso, entonces el estilo sublime se muestra lleno de vida, en toda su energía; "entonces, dice Capmany, veremos que no tiene necesidarl del curso uniforme de los períodos, ni de una elegancia cadenciada., 367. Los misioneros han de tener presente esto. Ello¡¡ que tantas veces, como los Profetas, han de tronar contra los vicios de Israel, y han de pasar la vida entre las batallas que libran á tantos corazones rebeldes y endarecidos; para
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