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156 LECCIÓN XXVIII. llez de costumbres, ciertas palabras en el púlpito pa~ahan por muy decentes, por muy castas, y servían para sacar la~ almas del atolladero de sus vicios; mas usadas hoy día ~·· escandalizarían. Pero ¿quiénes? Los que menos motivos t.i.. · nen para esc;mdalizarse. Se ha visto madre de familia '1111' se ha escandalizado porque su hija oyera alg(m sermón , y no se escandalizaba de llevarla al teatro á ver y oír lo 111W no debía; se ha visto hombre de mal vivir públicamente lk !ante de sus mismos hijos y de todo un pueblo, sin temer escandalizarles, y sin embargo, no quería que asistieran ht~ hijas de familia á sermones de Misión para que no se escan– dalizaran ; vereis otros que hacen de los escandalizados si el predicador hace con la prudente claridad una plática ins– tructiva sobre los bailes, amoríos, lecturas de novelas y tratos peligrosos para preservar la juventud, ó darles me– dios para salir del atolladero de sus vicios, y sin embargo, esos que pretenden quedar escandalizados son los que pro– :fieren torpes palabras para la seducción, esparcen papeles inmorales, dejan las novelas en manos de sus hijos.. . Está tan perdido el mundo , tan invallido por toda clase de se– ducción y escándalo para la vista, oído y demás sentidos, que en general podemos afirmar que aunque un predicador explique con claridad los diez Mandamientos, salvas las prudentes reservas siempre acostumbradas, la juventud de hoy día nada oye de nuevo en Jos sermones, porque nada es comparable á Jos horrores é indecencias que hoy se oyen y se ven por calles, plazas y tantos lugares de seduc– ción. E l predicador sacará de lo dicho estas consecuen– cias: 1." El cuidado que ha de tener en usar las palabras más decentes, atendida la prevención general. 2." El nin– gún valor ó caso que ha de hacer el misionero de quejas de cierta gente que quiere que el ministro de Dios pase por alto los vicios, ó los cubra con una alfombra de flores, para que no se vea la porlredumbre, ó bien la juventud no pueda precaverse contra las insitlias y ataques de esos pretendi– dos escandalizados, que quisieran á mansalva perpetrar mejor sus delitos. ¿Cómo es que los buenos cristianos nunca por Jo general se escandalizan de los sermones?... 3." En cuanto al acierto en la elección ele palabras decentes y de-

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