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12 r,>1CCIÚN l. - NECESIDAD mientos y desmaneH de un pensamiento sutil, la afemina– ción de una seusibilidau la más exqubita, los arrebatos de un corazón fogoso y demasiadamente apasionado, los acen– tos desagradables de una voz ingrata, la hiel y amargura de un celo imprudente y non sec~mdum scientimn, los mo– vimientos desconcertados y descompuestos de un natural sin cultivo y tal vez grosero. Los tropos, figuras y demás adornos en la verdadera y vigorosa elocuencia, no se bus– can, sino que ellos mismos se presentan expontáueamente y se vienen á la mano, y entonces, sí, la retórica viene á las mil maravillas para saber desgajar, manejar y saborear este verde y frondoso ramo que se nos presenta del hermoso árbol de la elocuencia, cargado de flores, hojas y bellísi– mos frutos. 6. Por esto siempre se ha condenado por los amantes de la verdadera elocuencia, que el orador, y sobre todo en el p(llpito sagrado, vaya solamente en zaga de flores, ador– nos y palabras rebuscadas, sin cuidar del fondo; porque esta insustancialidad, por más que se prentende revestirla de bellísimas formas, es un grande artificio de retórica, dema– siado manifiesto y sin fondo alguno; y si hay algo de verdad queda ofuscada, cubierta, bajo un montón de flores y ador– nos, que en ninguna manera satisfacen el espíritu de los oyentes. La verdadera elocuencia es vigorosa, nada tiene de afeminada, y como no se viste sino con los adornos que expontáneamente se le ofrecen á la mano, sin esconder su nervio y vigor, manifiesta toda su majestad, grandeza y po– der, y con brazo poderoso sale al encuentro de sus enemi– gos, fácilmente avasalla sus corazones, eficazmente los rin– de, y alcanza sobre ellos las más señaladas victorias. 7. ¡Cuán equivocados vau los que dicen que los Após– toles no tenían verdadera elocuencia, ni los demás hombres apostólicos! Añadamos que la tenían divina. ¿Cómo hubie'– ran rendido tantos corazones? El poder de su palabra era grande: hablaban, instruían, se insinuaban en los corazones; manifestaban el fuego de su alma; exhortaban, increpaban, .argüían, conjuraban, apostrofaban, fulminaban rayos; con– movían, aterraban, trastornaban, convertían; su palabnt era un rayo que alumbraba los senos del alma; recorría más

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