BCCCAP00000000000000000000265

ESTILO EN GENERAL. 155 " mendigar auxilios extraños para evitar la monotonía, y ,..,!Ter por el caudaloso río de la elocuencia. Pero esto no se J.,~ra sin el estudio de la Sagrada I<~scritura, sin la rnedita– ··iún profunda de las verdades de nuestra Santa Religión. 1 'or·que en estos estudios sagrados se adquien~n profun<las ideas, se inflama el pecho; necesariamente de la int<~ligen<'ia del predicador han de brotar luminosas ideas, <le su co– mzón ardorosos sentimientos. Los ministros del Sant uario, i<JS centinelas de Jsrael, que se habrán olvidado de <Mlllellas palabras del Profeta Rey: Quia lex tua rneditatio mea cst, 110 podrán declinar el juício severo en el día de las cuentas. 352. 6." Decencia.. Consiste en hablar de un modo con– veniente tanto al orador corno á los que le escuchan. La al– tura extraordinaria, á la cual eleva al predicador su minis– terio, le debe recordar lo que se debe á sí y á los demás. Debe, pues, evitar locuciones bajas, triviales y cuanto pueda ofender el respeto que se debe al auditorio, ni menos alarmar su pudor. «Hay, dice el Sr. l\Jartínez Sauz, en los diccionarios de todas las lenguas algunos términos propios exactos, de los cuales, sin emlmrgo, no <lehc servirse el orador, porque son bajos ó sórdidos. Bajas, son las expre– siones que no corresponden á la dignida<l del asunto. Sdr– didas, las que revelan objetos asr¡?tC?'osos, repugnan á la b·ue?ut educacidn, ó hieren el pudor: las primeraR se lla– man indecentes; [J1'0Se1·as las segundas, y torpes las últi– mas." En estos casos debemos valernos de circunloquios ó rodeos, que llamamos perífrasis; á veces la preterición en– tra bellísimamente, como cuando Cicerón, absteniéndose de hablar de las costumbres de Antonio, dice : Sunt r¡?tmdanz r¡um ltoneste non possunz rlicere. 353. Haremos con todo esta observación. Ya algunos escritores lo han notado que, á medida que uná nación se vuelve más corrompida y estragada de costumbres, se vuel– ve también más delicada en las palabras y locuciones. En cualquier palabra la más sencilla le parece ver una alusión directa á la pasión criminal <¡ue en su alma abriga, y consi– dera ó pretende hacer creer que todo el mundo se ha escan– dalizado por aquella palabra que con la mayor prudencia se expresó en el púlpito. Antiguamente, que había más senci-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz