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154 LECCIÓN XXVIII. sensaciones, y la repetición de las mismas fácilmente la fits · tidian. Los mismos cuadros, las mismas flores y siempre ¡,J mismo color que en todo el paisaje domina cansa, aburre; y cuando en nuestra larga excursión las flores toman distin– tos matices, cambian los cuadros, varía el panorama, enton– ces salimos de aquel penoso estado, gozamos agradables sensaciones y recorremos con alegría aquel hermoso trayee– to, sembrado de tanta variedad y belleza. La elocuencia bella y vigorosa goza de esta hermosa variedad. Desde Quintiliano hasta nuestros días los escritores se han com– placido en compararla á un impetuoso río que con toda ma– jestad sigue su curso. ¿Cuánta variedad en él no se observa? Ya dilata la corriente de sus aguas por un espacioso cauce, ya se estrecha y se comprime por otro más reducido; ora baja manso y suave por su ordinario curso, ya con ímpetu se desborda por dilatadas praderas; á veces sus olas tranqui– las apenas si dejan percibir el suave murmurio de las aguas, y otras brioso pasa bramando luehando contra las rocas que se oponen á su paso; y á medida que se acerca al mar su curso es más precipitado. Imágen expresiva de la verdadera elocuencia: tal ha de ser la variedad y atractivo que ha de gozar el estilo; y si bien puede tener estos diferentes gra– dos desde el más humilde y llano hasta el más vehemente y harmonioso, sin embargo, nunca debe arrastrarse hasta la grosería, ni llegar á lo ridículo, sino que siguiendo su curso natural y majestuoso, á medida que se acerca á su fin es más vehemente, se precipita con ímpetu en el corazón del hom– bre en su calurosa peroración. Pues en esta hermosa varie– dad hay que tener siempre presente la salvación de las almas, el fin á donde va á parar esa impetuosa corriente. 351. Mas ¿qué cosa se presta mejor para todo esto que las verdades y excelencias de nuestra Santa Religión? Su grandeza y belleza con el conjunto de doctrinas, misterios y maravillas que nos enseña, los justísimos preceptos que nos intima, la magnificencia de los premios y la terribilidad de los juicios; este grandioso cuadro que nos presenta la Religión se presta á toda varieclad de imágenes, figuras, es– tilos y sentimientos los más poderosos, para instruir, agra– dar y mover los corazones más rebeldes, sin necesidad de ir

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