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Y UTILIDAD DE LA ELOCUENCIA. 11 s¡¡IJicere., :~Deseo vivamente que mis oyentes entiendan <'il<tnto yo entiendo ; mas no lo logro ; la luz de la verdad ilnstra mi espíritu, pasando con la rapidez del relámpago, y la palabra viene tarda, perezosa y pálida, cuando la idea se ha ocultado ya en los misteriosos senos de ·mi alma: / n– I r:llect~ts quasi rapida cor?·uscatione per.funilit anitmtm; illa autmn loqu~ttio tarda ct longa est, longeque dissimi– lis: et d~tm ista volvitzw jam se illa in secreta sua con– rlidit., 3. Con razón, pues, dice el P . l'liartínez y Sanz, que «aquel que mejor y más naturalmente pueda expresar estas tliversas jdeas y sentimientos que brotan en el seno miste· rioso de su alma, y comunicarlas á los demás, posee el dón in~tpreciable y sublime de la verdadera elocuencia., 4. La elocuencia habita más ó menos en todos los hom– bres, si bien por muchas y diversas circunstancias en unos es inculta, en otros viciada, y en otros está sepultada y en estado latente, bajo el orín del descuido y de la ignorancia, ¡lástima ! ; pero vienen las reglas ,del arte, que se llama retorica, y rectifican y vuelven su brillo á este dón natural en el hombre, y le hacen observar las bellezas que él no había notado, ó que en su natural descuido no había culti– vado. 5. Por esto decimos que la eloc~wncia, rigurosamente hablando, no es lo mismo que retórica, la cual únicamente nos va conduciendo como por la mano á aquélla, y la apar– ta de lamentables extravíos. Por esto jamás llamaremos elocuente al que, oprimido bajo las reglas del arte, no da vuelo á su ingenio y á la expontaneidad de sus afectos, sino que fij a únicamente su mirada en tropos, figuras, reglas, flores y adornos, está como metido eu un estrecho molde, en donde no se puede rebullir ni menearse; será un buen retórico, pero jamás hombre elocuente. La elocumcia es propiamente la viva expresión del alma en sus ideas y sen– timientos, manifestados en la voz y en el gesto, que tienen vida en su propia inflexión y en los movimientos adecuados del cuerpo: la retrfrica la acompaña únicamente como bue– na maestra para qile no desvíe; con sus sabias reglas co– rrige los extravíos de una imaginación ardiente, los atrevi- .

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