BCCCAP00000000000000000000265

140 LECCIÓN XXVI. que entra la belleza en el moLlo de presentar los pensatni<'ll tos, ya con relación al entendimiento mismo, ya con res¡wr lu á la fantasía, y ora, en fin, relativamente al corazón, ó ~~·11 al sentimiento., 323. La belleza en un discurso reviste á éste de aiJ.n"l atractivo irresistible, con lo cual á manera de una Havo· abre y se apodera del corazón del hombre. Pues el hombro• , amante naturalmente de lo bello y magnífico, no puede fii cilmente resistir á aquella natural aspiración con que 1'1 mismo Criador le ha dotado, Aquel que es fuente de totla belleza, hermosura y harmonía, como dice San Agustín. El orador debe necesariamente satisfacer esta natural exigen– cia, tan conforme á la misma naturaleza del hombre. Tenga presente que aquellos á quienes se dirige no son simple· mente puras inteligencias. "En la mayor parte de los dis– cursos, dice el P. Andrés, en su Ensayo sobre lo bello, no~ dirigimos á hombres más sensibles que razonables, que sólo quieren oir aquello que son capaces de imaginar, y única· mente creen conocer lo que pueden sentir ; que no se dejau persuadir sino con movimientos f}lle los transporten; en una palabra, á hombres que se cansan muy pronto de todo dis– curso f}Ue nada diga á la imaginación y al sentimiento. L:t belleza es en su consecuencia una necesidad del discurso, porque existe en el hombre ht facultad de percibirla, como existe en él la faenltad de pensar; y por!}ue todo principio de actividad supone un obj eto en que emplearse, so pena de sentir una privación, un deseo no satisfecho é incapaz de serlo, y por consiguiente disgusto. " 324. Mas téngase presente IJ.Ue si es difícil dar al dis– curso toda su belleza, no lo es menos trasladar esta misma en el alma de los oyentes, ate.ndidos los grandes obstáculo!< f}Ue se interponen á su transmisión. PoriJ.Ue además de f}Ue las razones han de tener su belleza, la han de tener igualmente las imágenes que les dan cnerpo y colorido; deben presen– tarse con un atractivo especial á la razón del hombre los pcnsam:icntos, á su fantasía las imágenes, á su corazón los afectos, y á su oído las JJalabras, todo lo cual constituye la belleza, la verdadera elocuencia, la dignidad y brillo del lenguaje, que interesa todas las facultades del hombre; ma~

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz