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136 LECCIÓN XXV. - --··---- - ejemplo, en el diálogo de San Justino contra 'l'rifón, y Ha11 Agustín afirma lo mismo, lib. 1, Ret?·actac., de una célel.Jn· controversia suya con los herejes. 313. Hoy ya no está en uso aquella disensión alternada en forma de diálogo de los antiguos apologistas, sino 1¡u•· reviste otra forma, aunque tiene el mismo objeto; se la~ llama conferencias apologéticas modernas, que no son otra cosa que una inst?··ucción ·religios{t en la que, dominando el carácter polémico, se conducen las almas á la fe, de– fendiendo ésta de todos los ataques y sofismas de su.~ adversarios. Con esto se ve ya el propio carácter de la con– ferencia católica, y cuánto se distingue de las pláticas doc– trinales, pues mientras en éstas reina la sencillez y natura– lidad de un padre que con toda confianza habla á unos hijos que no abrigan ningún género de prevención, en la confe– rencia es todo lo contrario, pues dirige su voz á muchos hi– jos rebeldes, extraviados, llenos de prevenciones que, do– minados ele la atmósfera deletérea del protestantismo, hasta habrán llegado á negar gran número de ellos el principio ele autoridad religiosa en la J glesia, por lo que resisten con todas sus fuerzas á la verdad conocida. Quien considere los tiempos aciagos y calamitosos que hoy atravesamos, cómo la herejía, la apostasía vil, la indifereneia, la impiedad y la cobardía todo Jo invaden y ponen en duda; quien considere esta profuudit verdad, expresada por un escritor moderno, la cual abarca la situación actual de la sociedad: "La Reli– gión toda entera ha sido combatida con una sola negación;" quien considere, repito, todo esto, no podrá menos de conve– nir en que hemos llegado á aquellos,tiempos en que hay que defender la lleligión, no contra los infieles, ni contra Jo~ idólatras, ni judíos, sino contra ateos, renegados, viles após– tatas, hombres cobardes, indignos del nombre cristiano; en una pala.bra, hay que defender el sagrado depósito de las verdades de nuestra Religión contra sus adversarios, que hasta al mismo Dios han querido excluir de la sociedad. Ha llegado otra vez el t.iempo de los apologistas. 314. Mas ¿quién será digno de competir en esta noble lucha? ¿Quién podrá ser un verdadero apologista de la Re– ligión, en estos tiempos en que la civilización, el progreso,

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