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CONFERENCIAS. 135 LECCIÓN XXV. Conf!ereneiaó. 311. De todos los medios se ha valido siempre nuestra Santa Religión católica para esparcir por doquiera los rayos ele su hermosa y benéfica luz, y poder penetrar áun en las inteligencias más oscurecidas por el error, á fin que de todas dlas se apodere la esplendente verdad que dimana de su origen divino, en cumplimiento de lo que escrito está en el ~anto Evangelio: Erat lux vm·a qum illwminat omnem lw– ,¡liinem venientem in lmnc mundwrn. (Joan. 1). Mas como hay rebeldes que repugnan á la verdad , y otros que habién– llola conocido la rechazan ignominiosamente, siendo ingratos á ella, la Iglesia ha inspirado á sus ministros diferentes for– mas de presentarla, para qne victoriosamente sea aceptada, !le tal manera, que teniendo lugar la doctrina en forma de !lisputa y controversia, y presentándose las principales ob– jeciones de la impiedad, de la incredulidad, de la indiferen– cia y de la tibieza, quedan éstas pulverizadas, y sin ningún efecto los tiros de los enemigos contra la verdad en destruc– dón de tantas almas; mientras que los ignorantes en reli– gión, ó poco instruidos, ó débiles en la fe, con este género de enseñanza particular quedan perfectamente instruidos y corroborados en sus creencias . 312. Antiguamente este género de instrucción se usaba en forma de diálogo entre algunas personas. Son célebres las disputas de San Justino, mártir, contra los judíos, de Mi– nncio Félix contra los idólatras, y de San Agustín contra los maniqueos y donatistas; y les daban tal importancia, que á veces asistían notarios c1ne tomaban nota de ellas, ó de los puntos más principales de la controversia, á fin de que los herejes no las trastornaran y truncaran lastimosamente, y los fieles supieran la verdacl de lo acontecido, como por

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