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PLÁTICAS DOCTRINALES. 133 - ·--·---- --------- - IIIII.Y instruídos, sin que por esto en nada r ebajemos la doc– tri ua; pues es cosa que da pena ver que son muchos los que pa.sando por ilustrados no la conocen, y por injuria lo ten– drian que les llamasen ignorantes, y sin embargo, lo son en 1naterias tan necesarias, sólo por desdeñarse leer los cate– •·.ismos. Vea, pues, el sacerdote celoso cuán necesarias son l;ts pláticas doctrinales, y con qué esmero debe prep;trarlas p;tm sacar fruto copioso de ellas, todo lo cual logrará si ob· st~rva las siguientes reglas: 305. Regla 1." La Plática debe prepararse con esmero .\' anticipación. Pensar lo contrario, generalmente hablando, es una completa ilusión, si se quiere que produzca los frutos apetecidos. Son cosas grandes las que se han de exponer: es la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, que como los euatro ríos del paraíso, fluye del mismo manantial en cuatro partes : Gredo, Oración dominical, Mandamientos y Sacra– mentos, esto es: lo que ha de creer, orar, obrar y recibir. Bien preparada la plática, y amenizada con ejemplos, sími– les y comparaciones oportunas, se oye con gusto, con placer de todas las clases sociales sin !listinciún. t•;s imponderable el atractivo que tiene preparada con este esmero y cuidado , y acompañada de una fácil y sencilla pronunciación. 306. 2.• La materia de las pláticas abraza todos los deberes de la vida cristiana en todos sns estados. Entre ellos unos son más esenciales que otros, y éstos ha de in– culcar más, sin que los demás querlen olvidados. La Santa Misa, las prácticas piadosas, las varias devociones á María Santísima, todo lo debe tener presente. Evite el prerlicador las doctrinas opinables que les !lejen en dudas á los oyentes, los cuales sólo han asistido porque gustan instruírse; ponga los sólidos principios del dogma y la moral ; á saber, en ma– terias de fe, lo que hay obligación de creer, y en moral, distinguiendo bien lo que es de precepto y lo que es de eonsejo. 307. 3." No se atreva á declarar si es pecado mortal alguna cosa, sino después rle mucha reflexión, y fundado en los inconcusos principios de la Tglesia y sus Santos Docto– res. No seamos temerarios ni precipitados. Las palabras una vez pronunciadas en el púlpito, ya no tan fácilmente pueden

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