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132 r,ECCIÓN XXIII. que con el saco de la penitencia, la mortaja de los muertos: B eati mortni qui in IJmnino nM·iuntur... Es el Adüís eterno que se da al mundo, demonio y carne: Vade ?'r-t-ro. Los corazones se conmueven profundamente con este heroi– co ¡Adiós !!! ... LECCIÓN XXIV. GÉNE RO DIDASCÁLICO. Phítica;o doctrina;le6. 303, E l pueblo fiel debe apacentarse con palabras salu– dables de sana doctrina, según los sagrados Concilios y San– tos Padres, enseñándoles las cosas necesarias á la salva– Ción, indicándoles con brevedad y sencillez de palabras los vicios de que deben huir y las virtudes que deben practicar, la pena y la gloria, para que evitando los unos se estimulen á practicar las otras; en una palabra, deben enseñarles á ser buenos cristianos. Y para llenar este sagrado deber nin– gím método hay más acertado que la Plática doctrinal, que se presta de un modo muy conveniente para dar esta ense– ñanza al pueblo; pues no es otra cosa que una inst·rnccidn bre·ve y sencilla q1te se hace el dmningo, principalmente en la jl!fisa p(m·oquial, sobre un asunto del dogma d la mm•al. 304, La Plática doctrinal se diferencia de la homilía en que no se concreta más que sobre un asunto aisládo, sin proponerse la paráfrasis de la Sagrada Escritura, y se dife– rencia del sermón en que no sigue con aquella precisión las reglas de retórica, sino que usa aquel sencillo lenguaje del padre con sus hijos, del maestro con sus discípulos, y que fácilmente es entendido de los labradores, de los pobres, de los artesanos, de las gentes de aldea y de los que no están

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