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124 LECCIÓN XXII. vida de un prelado, de un príncipe, de su héroe, encontrani quizás defectos reprensibles; mas entonces tenga presente~ que estos lunares de la vida privarla no pueden oscurecer la~ ilustres acciones de la vida pública, y esta grandeza de los que brillaron en los altos puestos de la Iglesia y del Estado viene á robustecerla más la oración fúnebre. 280. 3." Si estos defectos han sido tan notables que no pueden ocultarse á la vista de todos, jamás podrá el ministro del Evangelio encomiar una vida manchada por escándalos é indiscreciones, jamás en sus labios debe estar la lisonja ni la mentira, jamás debe colocar su elevadísimo ministerio bajo las pasiones é intereses mundanos, jamás prostituirá la verdad en su boca por ningun respeto humano. 281. 4. • Entonces pasando por alto, en cuanto posible, tales defectos, ocúpese en llenar el SC!J1tndo objeto de la oración fúnebre, predicando la breyedad de la vida, el des– engaño del mundo; y no pudiendo disculpar los defectos del difunto, porque estuyieron patentes á todos, recuerde algu– na buena obra suya que hizo durante su vida, alguna buena palabra pronunciada, algunas lágrimas, alguna preparacion en el trance supremo, recuerde cuán grande es la miseri– cordia de Dios para inclinar á los oyentes á un juicio favo– rable por el difunto, y le sufraguen con sus oraciones. 282. 5. • Mas este últ.imo recurso de descubrir las faltas exige absoluta necesida<l y grandísima prudencia, pues se trata de personas de alto rango; príncipes de la Iglesia, jefes supremos lle Estados: la menor imprudencia en alabar lo que eR vituperable, ó sin reserva manifestar sus defectos, compromete altamente el sagrado ministerio. Este es el gran escollo de las oraciones fúnebres ; pero los evitaremos si nos fijamos en buenog modelos. Nos los presenta muy be– llos San Ambrosio en las de 'l'eodosio y Valentiniano, y en· tre los modernos Flechier en la de 'l'urena, y Bossuet en la de Condé y algunos otros. II.-111É'l'ODO. 283. Regla 1." Interesa en gran manera el TEXTO en la oracion fúnebre, y debe empleane todo el solícito cuidado

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