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122 J,ECCIÓN XJCI. con más facilidad que las más atinadas reflexiones. Con fn,. cuencia, personas á quienes las más vehementes exhorta– ciones hallan insensibles, se convierten por medio de los grandes ejemplos de h•s Santos. Gustan tanto los hombres de oir referir historias, que este género de predicación nn puede dejar de series tan útil como agra<hble. ¡Qué atrac– tivo no tiene la Sagrada Escritura con aquella multitud de variadas historias, que en medio de agradables emociones nos proporcionan el placer de sacar de ellas las más útiles reghts de vida y de perfección cristiana! 275. Anímese, pues, el predicador en vista de esto, por más ocupado que esté en los trabajos de su ministerio, á predicar á los fieles los panegíricos de los Santos, que tanto excitan la virtud, los cuales nos propone la Iglesia todos los días del año; porque si á primera vista parece cosa tan dificultosa, vea por otro lado cúmo las vidas de los Santos pueden proponerse de un modo el más sencillo; pues la sim– ple relación de SU3 hechos arroja de si tanto esplendor y aninut eficazmente á su imitación. 276. ~o puedo privarme, antes ile concluir, de citar las palabras que sobre el particular dice ~Inratori: :<¡Oh! ¿por !jUe tantos panegíricos que, por lo común, no sirven más que para l~acer brillar una vana pompa del espíritu y las pre– suntuosas sutilezas de un cerebro hinchado de orgullo, que el p11eblo no puede comprentler?... Si quereis que un pane– gírico le sea provechoso, haceillo con una elocuencia popu– lar é inteligible, que instruya y mueva á los ignorantes lo mismo que á los doctos ; es la mejor, aunque no sea bas– tunte conocida de los que se fig·uran ser más sabios que los ilemíts.,
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