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98 LECCIÓN XV. 195. Para la acertada elección hay una mina inagotalJIP de pruebas en el orden 1·eligioso; racional; sentimental. é ltistlh"ico. 196. Vamos á resumir en algunas Reglas todo lo nece– sario para una buena y sólida conji1·macirin. Regla 1." No deben presentarse pruebas que no sean sólidas y convincentes. Lo contrario es exponer el discurso; y la prueba débil es la que después los óyentes recuerdan. 2." No deben darse todas las pruebas que existen, sino aquellas que son más conformes á las condiciones de los oyentes. 3." Deben elegirse aquellas pruebas que mejor comprende el auditorio, que le pueden causar mayor impresión y qut\ más le interesan. No siempre las más fuertes son las mejo– res. Por lo regular l~s comimes son las mejores; pues las comprende mej or el pueblo y las saborea. 4." E l fondo principal de las pruebas son la Santa Escri– tura, Santos Padres y Concilios, y los ejemplos de los Santos. 'l'ambién las razones de convenienci<1., pero sólo para quitar cualquier apariencia de imposibilidad. Los autores gentiles deben citarse con mucha parsimonia y necesidad. 5." Examinar si la pmeba redncida á silogismo tiene con– secuencia evidente que He deduce ue sus premisas, y ~¡ puesto el predicador en el lugar del pecador le convencerían á sí mismo. 6." Luego se ordenan las pruebas: fortia; fo1·tiora; fm'– tissima. En cualquier método que se coloquen los argumen– tos, el último ha de serforlissimum. 1." Al desarrollarlas debe ocultarse la argumentación ; pero sin encubrir su fuerza y nervio ; no apiñar argumen– tos, ni usar demasiada concisión. "Por esta razún , dice el Sr. Bravo 'rudela, el orador debe diluir más sus ideas que el teólogo. No predicó San Agustín como escribió Santo To– más, y San Crisóstomo hubiera interesado menos siendo más conciso." 8.• No mezclar pruebas de distinta naturaleza. 9. • Cuando se trata de verdades claras, la demasiada insistencia en probarlas, y la demasiada curiosidad de es– cudriñarlas, puede hacerlas duuosas á Jos espíritus conten-