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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 83 El memorial en apariencia sirvió de poco, pero cuando se editó en 1812, se vió lo mucho que de ese espíritu contenía, que conservaba lo español, y que hizo que mientras los señores de la corte imperial francesa copiaban el desenfreno de Roma o de Pompeya, en nuestra Patria se convirtiesen tonadille– ras y cómicas y se robusteciese el sentimiento religioso que había de impulsar la reacción antinapoleónjca. De las filas de aquel Ejército que tanto cuidó el Beato Diego y al que llamó en defensa de la Patria, había de salir la conflagra– ció~ de los Artilleros, el primer chispazo del 2 de mayo de Madrid, los Daoiz, Velarde, Ruiz, Moreno, Palafox, Al– varez de Castro, la Romana o Castaños, cuyo desvelo y sa– crificio iban a jalonar el camino hasta la victoria de los Arapiles. Los Ejércitos se forjan en la lucha y los mandos del nacional de la Independencia se habían formado en ese vaivén pirenáico de la campaña del Rosellón, cuyo remate, la desgraciada paz de Basilea, dejó a todos los buenos milita– res españoles ansiosos de tomar la revancha que la politica de acercamiento a Francia les vedaba momentáneamente.

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