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82 CARLOS MARTÍNEZ VALVERDE todos los demás soldados: emprender la lucha contra el error, habían caído de sus almas y ellas en realidad eran el secreto de la victoria: "El caballero cristiano si quiere vencer las guerras, debe de guarnir su pecho con las armas de la Iglesia", dice el antiguo poema del Cid, nuestro mejor Caballero. Y al faltar esas armas del espíritu fué corriéndose la revolución a España, donde ya tenía muchos partidarios en las clases elevadas y medias. La situación l!egó a ser crítica. Se consti– tuyeron comités republicanos secretos en varias ciudades españolas y se dió el caso de presentarse en Madrid, en el teatro, unos jóvenes de la nobleza precisamente tocados de gorro frigio y acompañados de muchachas vestidas con traje tricolor. Se descubrió una conspiración l!amada del Cerrillo de San Bias, capitaneada por Picornell, secundado. por el pro– fesor de 'humanidades José Lax, el matemático Sebastián Andrés, abogado y escritor Bernardo Garasa, el cirujano mi– litar Villalba, el ayudante del colegio de pajes Manuel Cortés y el maestro de francés Juan Pons. Recomienda el Padre Cádiz, en el memorial al Rey, acerta– das medidas con que oponerse a la propagación de las ideas que habían minado la moral del Ejército. Hay en él un plan de reforma de costumbres, la supresión d€1 teatro que ya repetidas veces había denunciado como portillo abierto en nues– tra ·mural!a defensiva; exhorta a la penitencia. En párrafo del sermón fúnebre del Padre Melgar reprocha a Sevilla el estar pendiente de distracciones y diversiones, mientras nues– tras tropas se batían en retirada. Aconseja fortalecer las almas con rogativas y penitencias. De poco sirvió el memorial por el momento, p'ero la pauta a seguir estaba dada y pese a los afrancesados España había de salvarse y de ella iba a sal'ir más adelante el Ejército Nacional de la Independencia. compuesto con Cuerpos que recordaban por su nombre añejas glorias de la cruzada de la Reconquista. Resurgían cruzados y cuadrilleros, se hablaba de la Fe. También los barcos de guerra lucían nombres de santos o de dogmas.

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