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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 73 Todos; hombres de todas las clases sociales las levantaban y en ellas se alistaban: El sacerdote, el hacendado, el labrador, el juez o el médico, reclutan gente del lugar; ésta se agrupa alrededor de las personas de más prestigio y así surge un ejér- . cito en cierto modo patriarcal. No tienen armas, no tienen uni– formes. Son tratados por el enemigo como indignos de gozar los honores militares que se deben al contrario; si cien prisio– neros son ejecutados. ¡No importa! Confian en Dios, pasan entre sus dedos, toscos o finos, las cuentas del Rosario y bailan aún los castos bailes de las regiones españolas con mozas o señoras que los admirán. Cantan recias coplas cast ellanas y sus mujeres ocultan pudorosas sus encantos. La guerra es justa. ¿Qué importa una superioridad material más o menos aparente del enemigo, sobrecargado de dorados y brillantes uniformes? Ellos no los necesitan para mostrar un valor sin alarde, que se les ve en la cara por donde asoma un alma a la antigua española. El alma a que habló el Padre Cádiz, en su constante caminar por todas las tierras que componen el suelo patrio. La guerrilla es la obsesión de los mejores generales de Bonaparte. Kellerman escribe al emperador: "Para la completa conquista de la Península se necesita acabar con las guerrillas, cierto que para acabar con éstas es preciso acabar con España". Los santuarios parecen baluartes contra la invasión, la Vir– gen Moreneta de Monserrat agrupa en los riscos de Bruch a los somatenes de Igualada y de Manr.esa; aún en la lápida parecen hablar los que cayeron: "Viajero párate, que el francés también paró, y el que por todo pasó no pudo pasar de aquí". En Madrid, es la de Maravillas la que parece patrocinar la declaración de guerra espontánea del Dos de Mayo, presencian– do desde su templo el heroísmo del vecino Parque de Artillería de Monteleón; la de la Paloma, el de las Manolas del Avapiés contra los gigantescos coraceros de Colain-Court, tratando so– bre sus enormes caballos, el forzamiento de la cercana Puerta de Toledo, en socorro de las tropas francesas encerr·adas den-