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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 69 . con expresión de la admiración que despertaba y del reconoci– miento por su intervención social benemérita. Y no es precisamente que usase la lisonja con estos gober– nantes de las masas. Sus pláticas eran fuertes, recordemos la de Ecija, aún en el año 1778 cuyo asunto fué "La obligación de un senado para con su pueblo", en la que habló del abuso que era tolerar escándalos en las personas ilustres a quien "por respetos humanos ni se reprende ni se castiga", así como que recriminó a sus señorías por emprender la construcción de una casa de comedias sin que hubiere, por otra parte, "casa de crianza para niñas huérfanas", ni "cuartel para todos los sol– dados". Dió tan fuerte golpe, en su discurso, con el crucifijo, que saltó éste hecho pedazos sobre la mesa, dejando sobrecogi– dos a los circunstantes. Arremete contra el pueblo francés, o mejor dicho contra el representado por la Convención, que ofrecía al español, sin éste pedírselo, ayuda para "sacudir las cadenas de la tiranía y del despotismo" y el nuestro, en vez de considerarse paralelo, se ponía decididamente al lado de aquel capuchino de la barba gris que sabía llegarle al alma. En el ya mencionado Sermón del Padre Me!gar, tan importante, que no tiene desperdicio, pues uno de los factores del éxito de nuestro taumaturgo era exponer las cosas sin retórica ni vanos adornos, manifiesta la clara oposición del pueblo de-Francia, con la Iglesia y luego pasa a considerar su enemistad con el Estado, puesto que éste necesi– taba "de leyes por donde gobernarse, de cabezas que manden y de sus súbditos que obedezcan". Con su ejemplo, consejo, y hasta ayuda material, quería arrastrar a los demás del Mundo, abolía las leyes de aquel Estado, decapitaba a sus jefes y el único afán de los súbditos era no serlo. Dice el Padre Cádiz: "Las leyes humanas más venerables y prudentes, las que todo el orbe ha mirado como precisas; el más antiguo y siempre inviolable derecho de gentes y los fueros de todos los tiempos respetables de la humanidad y de !a naturaleza rroisma, todo lo vemos atropellado, desatendido y vituperado por los revolu-

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