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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 59 Sumo Pontífice para que de ninguna manera las ejerza con la extensión y amplitud que compete". Ante todo el desbarajuste del clero antes presentado en las altas jerarquías, el Padre Cádiz se dirige a sus cohermanos los sacerdotes y les exhorta en la ya mencionada Pastoral del Obis– po de Mondoñedo, a encaminar y dirigir las conciencias de las gentes y a adquirir la ciencia para ello necesaria: "La más útil e importante para la enseñanza de la Ley" y dice que esta cien– cia no ha de ser para guardarla como tesoro oculto y que debe ser tal que sepa "discernir entre el espíritu de verdad y el de error para que no sean los suyos de ninguna manera seducidos" y que deben todos resistir y oponerse a cuanto se trabaja el áni– mo de las gentes en contra de las sanas doctrinas. Y se opusieron: el clero español, en su mayoría protestó uni– do contra la indisciplina y la inobediencia a Roma. El pais res– pondía, y Carlos IV, aún rodeado de consejeros jansenistas, se portaba de tal suerte con Pío VI, desterrado por Orden impe– rial de Bonaparte, que al" morir bendecía a Carlos, "amante y cariñoso hijo". En este momento, muerto el Pontífice, fué la tentativa de los jansenistas de dar al Rey un poder semejante en lo religioso al que ostentaba el Rey de Inglaterra y el Czar de Rusia. La nueva elección, en el cónclave que tuvo lugar en Ve– necia hizo fracasar la maniobra. La nación entera respondía a la tradición española. El Con– sejo de Castilla que ejercía las funciones que luego ejerció el Consejo de Estado, tuvo la gallardía de oponerse a la voluntad del gobierno que patrocinaba la traducción del portugués del li– bro escrito por Pereira en contra de la Compañía de Jesús. Los púlpitos fueron la cátedra desde la cual se orientó al pueblo por el verdadero camino. Parece que cada párroco, cada orador sa– grado, tenía impresas en su mente las recomendaciones que para la diócesis de Mondoñedo en principio, y para toda España después, escribiera un día Fray Diego. Del resultado obtenido en la reacción pro-Roma, podemos darnos cuenta, contemplando, mucho más adelante y después de borrascosos tiempos, a las

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